El terrible accidente de Chernobyl. |
Al norte de Ucrania, a dieciséis kilómetros de la frontera con Bielorrusia, existe una localidad que pasó de ser el hogar de catorce mil personas a convertirse en una ciudad fantasma. Y tendrán que pasar miles de años antes de que vuelva a ser habitable.
La ciudad de Prípiat, fue el asentamiento elegido para los cientos de trabajadores de la central nuclear de Vladímir Ilich Lenin, en las proximidades de Chernóbil.
El veintiséis de abril de mil novecientos ochenta y seis (1986), se produjo el accidente nuclear más grave de la historia, debido a la explosión de uno de sus reactores tras una cadena de fallos en los sistemas de seguridad.
Se trataba de una de las centrales de este tipo más importantes de la época, que ese día llevaba a cabo un simulacro de un corte en el suministro eléctrico. El objetivo era observar la actividad de uno de los reactores con un flujo limitado de energía.
Pero lo que en un principio iba a ser una tarea rutinaria, se convirtió en el inicio de una auténtica pesadilla.
El simulacro transcurrió con normalidad, hasta que se produjo un apagón en una de las plantas, que obligó a posponerlo hasta la noche.
Sin embargo; el personal del turno nocturno no había recibido formación específica al respecto. Uno de los reactores sufrió una reducción en su potencia y se desactivó de forma temporal.
Aunque los trabajadores consiguieron estabilizarlo, a la una y veinticuatro (1:24 A.M.) de la madrugada, el reactor sufrió una acumulación de hidrógeno en su interior, provocando dos explosiones.
El vapor generado por la primera explosión destruyó el techo de hormigón y la segunda sólo agravó las circunstancias. Dos personas fallecieron en el acto y la radiación se liberó muy rápidamente.
Cuando llegaron los servicios de emergencias, se acordonó un perímetro de seguridad de treinta kilómetros, conocida como “Zona de Alineación” o “Zona Muerta”.
A pesar de que los medios estatales no informaron en gran detalle del suceso, se creó una alarma Internacional tras detectarse radioactividad en al menos trece países Europeos.
Incluso en esas graves condiciones, no se evacuó a los ciento treinta mil (130.000) habitantes de las poblaciones próximas, hasta treinta y seis horas después del accidente.
Más de mil personas recibieron fuertes dosis de radiación, causando la muerte directa de veintinueve de ellas.
Las autoridades ucranianas iniciaron un plan de emergencias: arrojaron sobre el núcleo una mezcla de materiales para contener la radiación. También cavaron un túnel por debajo del reactor, que se rellenó de hormigón para evitar que este se hundiese.
Por último se ordenó el levantamiento de una estructura para envolver el reactor y aislarlo del exterior, denominado “sarcófago”, que contendría la radiación durante treinta años.
No obstante; las consecuencias medioambientales fueron desastrosas. La radioactividad se propagó por gran parte de Europa, contaminando un área de cinco millones de personas.
Dos días después del accidente, los niveles de radioactividad en Berlín, la capital de Alemania, era dos veces superior a lo normal.
La producción agrícola y ganadera de Prípiat quedó destruida y todo rastro de vida se esfumó.
A pesar de todos los esfuerzos por minimizar el desastre, las consecuencias del accidente del Chernóbil aún perduran hoy en día.
Aunque oficialmente, sólo se contabilizaron treinta y una muertes directas, casi medio medio millón de personas se vieron gravemente afectadas.
Muchas de ellas desarrollaron diferentes enfermedades, como cáncer y varias mujeres dieron a luz a niños con malformaciones.
Sin embargo; existen consecuencias a largo plazo sobre la salud y el medioambiente que son muy difíciles de contabilizar.
Algunas estimaciones afirman que la explosión fue quinientas veces mayor que la ocasionada por la bomba atómica de Hiroshima en mil novecientos cuarenta y cinco (1945).
En noviembre del dos mil dieciséis (2016), treinta años después de la tragedia, se inauguró un nuevo sarcófago, el cual deberá frenar la radiación durante al menos cien años. Sin embargo; hará falta mucho más tiempo para que la naturaleza se reponga.
Por el momento; sólo algunas familias se han atrevido a regresar a sus proximidades, a pesar de las advertencias del gobierno.
Tan sólo el turismo parece sacar provecho de Chernóbil, un lugar donde el tiempo parece haberse congelado para siempre.
Comentarios