Joaquín José Cervino y Ferrero. |
Joaquín José Cervino y Ferrero; fue un erudito y escritor romántico español del siglo XIX, que llegó a ejercer también como magistrado del Tribunal Supremo.
Nació fortuitamente en Tortosa, el 18 de mayo de 1817, por estar su padre José Cervino cumpliendo destino en esta ciudad como teniente coronel del regimiento Ultonia.
Su madre, María Josefa Ferrero; era hija de una destacada familia de la ciudad valenciana de Ontinyent.
Cuando Cervino contaba con pocos días, su padre fue destinado a Santiago de Compostela. Los frecuentes cambios de destino del padre les llevaron a residir en La Coruña, Santander, Santoña y Badajoz, donde su progenitor recibió el retiro. Lo que permitió que la familia estableciera su casa familiar en Ontinyent en 1819.
Ahí fue donde Cervino pasó su infancia y juventud, y donde nacieron sus seis hermanos pequeños.
Cervino prosiguió su formación en Valencia, donde fue un asiduo de las Tertulias literarias del editor Cabrerizo y las del padre Arolas, y colaboró activamente en el renacimiento de la cultura valenciana.
Se licenció en Derecho en 1842. Él mismo año en que contrajo una grave varicela que estuvo a punto de acabar con su vida.
Eligió la actividad judicial y comenzó a trabajar en el juzgado de Ontinyent. Fue nombrado alcalde de esta villa en 1843, pero pronto fue llamado por un amigo de la familia y paisano, el entonces Ministro de Gracia y Justicia Luís Mayans, para llevárselo con él al ministerio.
En marzo de 1844, abandonó la alcaldía para trasladarse a Madrid, donde se hizo cargo de la dirección del negociado de Escribanos y llegó a ser Subdirector de Registros Notariales
En 1846, se le concedió la Cruz Supernumeraria de la Orden de Carlos, también fue secretario de la Reina Isabel II.
Su especial personalidad humanística, su ingenio poético y dominio de la métrica, le llevaron a escribir diversas obras de variada temática. Los mejores actores del momento representaron en Madrid con mucho éxito dos de sus dramas teatrales, Sara en 1847 y Judith en 1848.
En 1860, contrajo matrimonio con la joven Dominica Hidalgo. El matrimonio tuvo tres hijos, Marcelo, María de los Dolores y José María. Aunque este último murió antes de cumplir los tres meses.
Pese a la distancia de su residencia en Madrid, su vinculación con Ontinyent seguiría siendo estrecha, pues llegaron a adquirir la finca El Ángel, en La Font de la Figuera y más tarde otra en Ontinyent a la que llamaron La Esperanza.
Ese mismo año consiguió uno de sus mayores éxitos. En el certamen extraordinario que celebró la Real Academia Española para conmemorar los triunfos españoles en la guerra de África, Cervino alcanzó el primer premio con la epopeya “La Nueva Guerra Púnica” y recibió el premio de manos de la Reina Isabel II.
También en 1860, escribió “Las Embajadas del Moro y del Cristiano”, que todavía se recitan desde entonces cada agosto en las fiestas de Moros y Cristianos de Ontinyent a los pies de su castillo.
Cervino redactó muchas de las leyes, reglamentos y normativas que después puso en práctica el ministro Mayans en el Estado español.
Trabajó duramente en el mejoramiento de la institución notarial, siendo el verdadero padre de la Ley y Reglamento Orgánico del Notariado Español de 1862. Una ley todavía vigente, que también fue adoptada en otros países como Cuba y Puerto Rico.
En 1863, fue nombrado Magistrado de la Audiencia Territorial de Madrid y en 1874 Magistrado del Tribunal Supremo, cargo que ejerció durante 20 años.
En 1876, obtuvo otro importante premio en un certamen de Valencia, que conmemoraba el sexto centenario del fallecimiento del Rey Jaime I, se trataba de su canto épico La Mallorquina.
Colaboró con diferentes círculos culturales y frecuentó algunas de las más reconocidas tertulias literarias madrileñas, como las realizadas en la mansión de su amigo el Marqués de Molins, las de casa de Manuel Cañete y las de Martínez de la Rosa, así como las de el Parnasillo, en las que estableció gran amistad con literatos de su época, como el duque de Rivas, Hartzenbusch, Zorrilla, Bretón de los Herreros, Cayetano Rosell, Juan Valera o Gertrudis Gómez de Avellaneda, entre otros.
Fue un autor prolífico, ya que en sus años de escritor llegó a publicar nueve libros propios y participó en más de treinta obras conjuntas. También se le conoce en más de 60 poesías publicadas en periódicos y revistas de la época.
Otra de las facetas en las que destacó, fue la traducción de obras. Todos los editores coincidían en citarlo como el mejor traductor de poesía.
En 1883, recibió la gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y en el mes de julio a petición propia obtendría la que a la postre sería una corta jubilación, ya que cinco meses después, el 21 de diciembre de 1883 y a la edad de 66 años, falleció en su casa de El Ángel a causa de una úlcera. Recibió sepultura en el cementerio valenciano de La Font de la Figuera.
Cervino fue un humanista de su tiempo, un intelectual al que caracterizaba una especial humildad, alguien no alineado en corrientes políticas, cosa que le provocó grandes amistades y algunas decepciones.
El tiempo y los libros han olvidado injustamente a este gran poeta, no dándole la fama que le hubiera correspondido por sus méritos. Su vida y su obra vuelven al presente para celebrar el 200 aniversario de su nacimiento.
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