El sistema respiratorio. |
Imagina que estás en una carrera, el primero que llega a la meta gana el preciado premio, la victoria definitiva, todo lo que puedas desear. Corres con todas tus fuerzas pero, si la distancia es muy larga, por ejemplo, hacia la cima de una montaña, no tardarás en sentirte cansado, te costará respirar. Eso es tu cuerpo pidiendo más oxígeno.
En ese momento en que nos cuesta respirar te darás cuenta de que tu corazón también va más rápido, eso es porque aunque ahora hay más oxígeno en los pulmones, aún hace falta distribuirlo por todo el cuerpo. Y de eso se encarga el corazón.
Pero para eso, el aire y la sangre tienen que estar conectados, ¿no? ¿Cómo va a pasar el oxígeno del aire a los tejidos del cuerpo?
Pues sí; así es, pero deja que te cuente un poco más antes de llegar a esa conexión. El sistema respiratorio empieza en la nariz o la boca, por donde inspiramos el aire. Este aire pasa a la tráquea, un tubo largo por donde solo pasa ese aire y que es distinto al esófago, otro tubo por detrás de la tráquea por donde va la comida.
Como ves, el cuerpo tiene un sistema para separar el alimento de las vías respiratorias. Para eso utiliza la epiglotis, una estructura que cierra la tráquea cuando deglutimos. Por eso no podemos tragar y respirar a la vez. ¡Puedes intentarlo!
Al final de la tráquea están los bronquios, unos tubos que conectan la tráquea con los pulmones. ¡Si, es que al final somos un sistema de tuberías muy complejo..!
Cuando inspiramos, lo hacemos con la ayuda de los músculos de nuestro tórax y del diafragma, un músculo muy grande e importante que está justo debajo de nuestros pulmones.
Al inspirar el diafragma baja, permitiendo que los pulmones se distiendan, se hagan más grandes para poder contener más oxígeno y al espirar, el diafragma sube para extraer el aire. ¡Como cuando apretamos el tubo de la pasta de dientes para sacarla del envase!
Pero espera que ahora viene lo bueno. ¿Recuerdas que decíamos que el sistema respiratorio es un sistema de tubos?
Pues bien; después de pasar por el tubo de la tráquea y el tubo de los bronquios, llegamos a tubos más pequeños, los bronquiolos, que nos llevan a los alvéolos. Sí, parece un trabalenguas, pero en los alvéolos es donde ocurre la magia.
Los alvéolos son sacos diminutos, microscópicos, muy pequeños e inmensamente importantes, ¿sabes por qué?
Porque hay más de 600 millones entre los 2 pulmones y aquí es donde el oxígeno del aire logra pasar a la sangre, porque cada uno de los alvéolos está recubierto por pequeños vasos sanguíneos, los capilares; que son los que transportan ese oxígeno desde los alvéolos hasta el resto del sistema circulatorio.
Pero; ¿quieres saber algo todavía más fascinante?
Estos capilares están compuestos por los 2, venas y arterias a la vez. ¿Sabes para qué? Las arterias llevan el oxígeno a los tejidos gracias al bombeo del corazón y las venas recogen la sangre sin oxígeno para volver a oxigenarla.
Así es, las arterias y las venas también están conectadas en algunas partes del cuerpo, como los alvéolos. De esta manera, también podemos eliminar el CO², que es un gas de desecho que se produce con muchísimas reacciones químicas en el cuerpo.
La sangre sin oxígeno al que transportar, transporta al CO² en su camino hacia los alvéolos e intercambia el CO² por oxígeno.
Así que, cuando exhalamos o echamos el aire afuera, ya sabes que no es oxígeno en su mayoría, sino CO².
Así es, las arterias y las venas también están conectadas en algunas partes del cuerpo, como los alvéolos. De esta manera, también podemos eliminar el CO², que es un gas de desecho que se produce con muchísimas reacciones químicas en el cuerpo.
La sangre sin oxígeno al que transportar, transporta al CO² en su camino hacia los alvéolos e intercambia el CO² por oxígeno.
Así que, cuando exhalamos o echamos el aire afuera, ya sabes que no es oxígeno en su mayoría, sino CO².
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