La verdadera historia de Anastasia Romanov. |
La gran duquesa Anastasíya Nikoláyeva Románova, de Rusia, más conocida como Anastasia Romanov, nació el 18 de junio de 1901 en Peterhof, Rusia. Su nombre viene del griego y significa “resurrección, la que puede resucitar”.
Era la hija del último zar Nicolás II y de su mujer la zarina Alexandra Feodorovna. Tenía tres hermanas mayores Olga, Tatiana y María y un hermano pequeño Alexei, futuro heredero al trono. Vivían en la ciudad rusa de San Petersburgo.
Anastasia era una niña enérgica, educada y divertida, le encantaba leer, pasar tiempo al aire libre y cuidar de su hermano pequeño. Le gustaba el chocolate y la raza de perros pomerania.
Como toda la familia real rusa era amiga de Rasputín, monje y curandero. Este era una persona muy importante para ellos porque trató con éxito al zarevich Alexei que padecía hemofilia.
Anastasia se disgustó mucho al enterarse del asesinato de Rasputín en 1916, acusado de ser un farsante y conspirador político.
La situación en Rusia cambió, entre febrero y octubre de 1917 tuvo lugar una revolución contra el régimen zarista que terminó con la llegada al poder de los bolcheviques.
Tras la abdicación de su padre en el mismo año, tuvieron que mudarse de San Petersburgo por su seguridad. Primero en Tobolsk y después permanecieron retenidos en Ekaterinburgo en la Ipatiev House.
Llegaron rumores a oídos del gobierno de que la familia zarista sería rescatada por el ejército blanco ruso, un grupo nacionalista contrarrevolucionario.
En la madrugada del 17 de julio de 1918 dieron órdenes de ejecutarlos. Anastasia, su familia y cuatro de sus sirvientes fueron asesinados a sangre fría a manos de los revolucionarios.
Pero, ¿murió realmente Anastasia en este trágico suceso?
Desde entonces circularon historias de que dos de los hijos del zar Nicolás II habían logrado escapar con vida y huir.
Muchas mujeres se apropiaron de la identidad de Anastasia a lo largo de la historia. Entre ellas Eleonora Krueger y Natalia Bilijodze, pero el caso más conocido fue el de Anna Anderson o Anastasia Manahan que aseguró ser la gran duquesa exiliada, hasta su muerte en 1984.
Todo empezó cuando intentó suicidarse saltando desde el puente Bendler en Berlín en 1920. La policía la rescató sana y salva pero no tenía documentación. Estuvo internada en el Hospital Psiquiátrico Elisabeth de Lützowstrasse. Cuando salió solicitó ser reconocida como la hija del zar Nicolas II, pero tras varios procesos judiciales en Alemania, la sentencia fue desestimada.
Cuando en 1991 desenterraron los cadáveres de la familia real rusa, hallados por un arqueólogo en la zona, solo encontraron nueve cuerpos y no pudieron identificar ninguno de ellos como el de Anastasia, ni el del zarevich Alexei.
Esto aumentó las fantasías de que la milagrosa salvación de la princesa podía haber tenido lugar. Además la supuesta Anastasia, Anna Anderson conocía detalles de la vida en palacio y de la historia de la familia que hizo dudar hasta a los parientes más cercanos del zar.
El tío de Anastasia abrió una investigación pero todo apuntaba a que se trataba de una obrera polaca llamada Franziska Schanzkowska que padecía una grave enfermedad mental.
En 2007 en Ekaterimburgo fueron hallados los restos de dos jóvenes en una fosa no muy lejana a donde aparecieron el zar y su familia.
Tras realizar las pruebas de ADN, los resultados coincidían con los hijos del zar, Alexei y Anastasia.
El ADN de Anna Anderson fue más tarde cotejado con un pariente de la polaca Franziska coincidiendo en un 99%.
Desde ese momento fue confirmado que ninguno de los miembros de la familia real sobrevivió a aquella fatídica noche y así se resolvió uno de los grandes misterios del siglo XX
Este famoso suceso ha sido inspiración de muchas obras literarias, pictóricas y del mundo del espectáculo.
En 1997, fue llevada exitosamente al cine con “Anastasia” la película animada producida por 20th Century Fox que tendrá una nueva adaptación este año.
Anastasia Romanov pasó a la historia como la princesa perdida. A pesar de su corta trayectoria permaneció viva en la fantasía de su posible supervivencia, incierta hasta muchos años después de su muerte.
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