La fuerza no se da en vano
La fuerza no se da en vano; ya ahora puedo hacer algunos milagros a la par de los aristócratas. Pero todo tiene su precio: en unas pocas horas mi cuer
Lo llaman porque saben que a pesar de que respiro, mis pupilas reaccionan a la luz, mis músculos reaccionan a los estímulos dolorosos, no me queda mucho tiempo de vida.
Un día, o tal vez un máximo de dos, después del cual tendré una muerte muy desagradable.
De hecho; soy un cadáver viviente. Un cadáver que puede pensar, respirar, comer e incluso moverse. Eso es solo que mis movimientos están encadenados por soportes especiales que me sostienen sobre la mesa.
-¡Caramba! ¡Fresco! Vamos por este lado.- Nuevamente tomó el dispositivo primero y presionó el botón.
Mis músculos se contrajeron de nuevo haciendo que mi cuerpo se retorciera, no sentí dolor, pero eso no impidió que estos renegados se divirtieran.
-Vamos ya.- Llamó a un segundo amigo.
-Debe tener tiempo para fumar y se puede enrollar cerveza para un idiota.
-Ahora. Apagaré el dispositivo.- Respondió el primero, noqueando a mi muerte, que estaba parada al lado de mi mesa.
-¡Eh, tú! ¿Oyes el murmullo? No vayas a ninguna parte. Riéndose de su propia broma plana, se fue, dando un portazo...
Escribe un comentario
Publicar un comentario
Comenta el artículo