Matar al dragón mi destino
Matar al dragón mi destino; ¿cómo darle muerte a un dragón ya muerto? ¿Cómo matar a una especie del otro mundo? Sólo uno que ha muerto puede matar a o
Matar al dragón mi destino |
-Somos amigos. ¿Te acuerdas? Fui yo quien te ayudó a ser tan grande. Usé el cristal, no obtuve nada a cambio...-
La enorme y terrible criatura, que hasta este momento había escuchado atentamente mi sincero discurso, entrecerró los ojos con crueldad y abrió la boca, mostrando colmillos blancos como la nieve.
-No, no, no tengo quejas- Inmediatamente acerqué mis manos y luego asentí vigorosamente, tratando de convencer al maldito esqueleto de mi completo desinterés. –Qué cálculos entre amigos, hermano. ¡No te pongas nervioso!–
El dragón chasqueó los dientes con duda, sacudió su garra con garras y luego caminó resueltamente hacia la entrada, rociándome con un aura que quemaba maná.
"¿Tal vez deberíamos ir a cazar juntos?" Sugerí, volviendo en silencio a la habitación. -Aquí hay todo tipo de lobos, los árboles están locos...-
De repente, las palabras pronunciadas me parecieron la quintaesencia de la sabiduría del juego: la amistad con un monstruo de alto nivel podía traer tantos beneficios y abrir tantas perspectivas que el solo hecho de pensar en ello era simplemente impresionante. Nuevos niveles, objetos, logros... poder...
Moveremos montañas si empezamos a trabajar juntos. ¡Esta es una oportunidad única!
El lagarto chasqueó sus articulaciones con fuerza, emitió un extraño sonido de resoplido, pero luego pensó seriamente en algo. Probablemente sobre cómo, específicamente; un Fantasma muerto puede ayudarlo durante la búsqueda de habitantes del pantano.
"Vamos, eso, vete", señalé confianzudamente con mi dedo en algún lugar en dirección al bosque. -Y estoy justo detrás de ti. ¡Vamos a por todos!-
Mi interlocutor volvió a resoplar con incredulidad, después de lo cual dio un nuevo paso y con decisión empujó una calavera decorada con púas cortas y gruesas a través de la puerta.
El soporte más cercano, tocado por este movimiento descuidado, salió volando hacia un lado. La celosía, sobrecargada de ladrillos, se derrumbó instantáneamente, deleitando al monstruo con una lluvia de piedras vigorizante y colocando en sus cuernos una elegante corona.
Una enorme piel de gallina me recorrió la espalda.
- No soy yo... ¡No tengo nada que ver con eso en absoluto!
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