La leyenda del columpio del diablo. |
Hace mucho que no visitamos México en busca de nuevas y terroríficas leyendas, y ya teníamos muchas ganas.
Tengan cuidado, porque el relato de hoy probablemente les quite las ganas de volver a subir a un columpio...
Tecozautla es un pequeño municipio del Estado de Hidalgo. Se trata de un lugar conocido por sus buenas cosechas de maíz y frijol y sus gentes viven una vida tranquila y apacible, alejados del estrés de la ciudad.
Este territorio es característico por su contraste de paisajes, donde se pueden encontrar zonas de llanura pero también montañas y colinas.
Sus habitantes saben bien lo difícil que resulta cruzar algunos de sus caminos y por eso siempre aprovechan la luz del día. Sin embargo; una vez la noche sorprendió a dos jóvenes amigos que paseaban tranquilos por allí.
Afortunadamente llevaban linternas que les ayudaron a orientarse en la oscuridad. Gracias a eso fueron capaces de retomar el trayecto de vuelta y sortear sus múltiples obstáculos.
Se encontraban ya a medio camino cuando escucharon a lo lejos un desagradable chillido. No sabían decir si se trataba de un animal o de un humano. Pero los muchachos que se consideraban dos jóvenes valientes, decidieron investigar.
Andaron hasta llegar a un risco, donde el lejano chillido se había convertido ahora en un intermitente y fuerte alarido. Sus linternas y la luz de la luna llena les permitieron avanzar entre el irregular terreno, hasta encontrarse con varias peñas de gran tamaño.
De ellas pendía un alto columpio que se balanceaba gracias al movimiento de su misterioso ocupante. Más desconcertados que asustados, los dos amigos decidieron acercarse con curiosidad.
Querían saber a qué se debían esos extraños gritos, y quién se columpiaba en aquellas piedras a aquellas horas de la noche. Avanzaron hasta colocarse frente a la figura, aunque a una distancia de seguridad.
Comprobaron que se trataba de un hombre alto y muy delgado. Pero lo que más llamaba la atención era su piel extremadamente pálida, casi blanca.
El extraño no paraba de balancearse en el columpio, y cada vez que se impulsaba hacia delante soltaba un escalofriante alarido, como si sintiese un dolor insoportable.
Incluso los dos amigos parecían notar cada grito en lo más profundo de su ser. Conmovidos por su sufrimiento, se acercaron a él, preocupados; quizás necesitase ayuda.
Pero cuando lo tuvieron a tan solo un par de metros vieron que, a pesar de sus lastimosos quejidos, el hombre mostraba una sonrisa desencajada en su pálido rostro. No se atrevieron a hablar.
Paralizados por el miedo, fueron testigos de cómo una silueta oscura brotaba de la espalda del misterioso hombre. La sombra comenzó a rodearlo, envolviéndolo con sus brazos.
De su roce surgió una fuerte luz rojiza que lo prendió en llamas, aunque siguió riéndose estridentemente.
En ningún momento la siniestra figura rompió su mortal abrazo, consumiendo al pálido hombre hasta que en su lugar no quedaron nada más que cenizas.
Después de aquello, solo el eco de su horripilante risa fue testigo del extraño suceso. Los dos amigos, tras presenciar la terrorífica escena, huyeron despavoridos, atravesando las colinas corriendo y sin mirar atrás.
Cuando por fin llegaron al pueblo contaron a sus familias lo que habían visto. Éstos, lejos de no creerlos, les contaron los rumores que habían escuchado.
Se creía que aquel hombre era un hacendado que años atrás había hecho un pacto con el Diablo. Éste le ofreció su alma a cambio de dinero y poder. Pero el demonio nunca había venido a buscarlo hasta aquel momento, en que había conseguido dos testigos de su verdadera fuerza.
Se dice que mucha gente que pasa por el lugar sigue escuchando los escalofriantes gritos del hombre, agonizando mientras se quema. Otros en cambio afirman haber visto figuras oscuras.
Con el tiempo el sitio pasó a conocerse como “El columpio del diablo”, donde dicen que el demonio sale a pasear cada noche, buscando víctimas con las que cerrar un nuevo pacto…
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