La leyenda del Charro Negro. |
Es un hombre alto de aspecto elegante, con impecable traje negro de chaqueta corta, camisa y pantalón ajustado y acompañado por un sombrero de ala ancha que tapa su rostro.
Deambula en la profundidad de la noche en los solitarios tramos que unen los pueblos de México, sobre el lomo de un enorme corcel de color azabache. Estamos hablando del Charro Negro.
Quienes se han encontrado con el jinete, sospechan que es es el Diablo o que algo tiene que ver con el.
Nada malo puede decirse del Charro Negro si el viajero se limita a permitir su compañía hacia su lugar de destino, si se acerca el amanecer, se despedirá cortésmente y se marchará con paso lento, al igual que si el sendero que recorre lleva a las cercanías de una iglesia.
Pero si, por el contrario; si se cede a sus ofertas de aligerar el viaje, acepta montar el caballo o acepta su dinero, esa acción será el principio del fin: Una vez sobre el animal, los infortunados descubrirán que es imposible bajarse.
Es entonces cuando el Charro Negro vuelve a su montura y se aleja con rumbo desconocido, sin hacer caso de los ruegos o los gritos de su víctima, a la que no se le vuelve a ver jamás.
Muchos son los relatos de avistamiento del charro negro, nosotros les vamos a contar la historia de Abundio Rosas.
Allá por el año de mil ochocientos noventa y seis (1896), el señor Abundio regresaba a su casa, situado en las afueras del puerto de Veracruz.
Aunque había luna, ésta se escondía entre las copas de los árboles, por lo que reinaba cierta oscuridad, que causaba gran impresión por las formas fantasmagóricas que se formaban con las sombras de la luna.
De pronto, Don Abundio sintió que alguien lo seguía pero no quiso voltear, sino que apresuró más el paso, empuñando el machete que siempre lo acompañaba.
Sin embargo; cada vez sentía más cerca a ese alguien que lo seguía. De repente un sudor frío se apoderó de él. Sintió que se desmayaba, pero pese al miedo decidió enfrentarse a lo que fuera, volteó el rostro y con asombro vio una diabólica escena...
Era un gran caballo negro, de pelo brillante y lustroso, pero con ojos espeluznantes que parecían lanzar fuego.
Lo montaba un hombre alto y flaco, con un sombrero negro que tapaba su cara pero parecía que no tenía ojos, nariz, ni boca.
Don Abundio se asustó tanto que no pudo ni gritar. Temblaba de terror y más cuando el siniestro charro sacó una mano que se veía roja y con larguísimas uñas, tomó una bolsa de su caballo y la extendió ofreciéndosela al aterrado hombre, quien vio cómo la bolsa se abrió y mostró su interior lleno de dinero; pero don Abundio no quiso aceptarla.
El jinete se la volvió a ofrecer y tampoco le hizo caso. Entonces, el charro negro se volvió con su caballo sin pronunciar palabra y se alejó...
Pero Abundio nunca escuchó el galopar del caballo, cosa que lo atemorizó aún más, pronto se sobrepuso y continuó su camino rumbo a su casa.
Al llegar, estaba tan asustado que no pudo cenar. Contó lo sucedido a su esposa. La cual también se aterrorizó.
Como es de suponerse, esa noche ambos no pudieron dormir, por lo que al día siguiente Abundio se levantó temprano y acudió al lugar donde se le había aparecido el misterioso charro.
Buscó con cuidado, pero no halló nada que pudiera tomarse como indicio de su existencia. Por la noche don Abundio tuvo la necesidad de volver a pasar por el lugar, temeroso de encontrarse con el charro, pero ya no se le apareció esa noche ni otra más...
No hubo más apariciones. Pasó el tiempo y Abundio ya casi ni se acordaba del encuentro con aquel misterioso jinete negro.
Pero una noche, ya muy cerca de su casa, se topó de nuevo con el aparecido, quien con voz cavernosa le dijo que tomara la bolsa con el dinero.
Las cosas no iban bien en la casa de Don Abundio, había contraído deudas insaldables y su
familia estaba pasando un apuro económico. Abundio medio muerto de miedo, sin volver la cabeza, aceptó la bolsa de dinero. El Charro desapareció como había llegado.
Don Abundio utilizó el dinero para pagar sus deudas. Además, compró unos terrenos y empezó a construir una hacienda. Todo parecía ir bien para la familia Rosas hasta que un día Adela, su hija, desapareció.
La gente contaba que la noche de su partida se escucharon unos fuertes relinchos de caballo. Al poco tiempo, hundida por la pérdida de la pequeña, la madre falleció.
Don Abundio se quedó con su hacienda, pero triste y solo, le pudo la codicia. Todos los que se atreven a hacer tratos con el charro negro tienen que aceptar las consecuencias…
El charro negro es un personaje popular del folclore mexicano, y son muchas las versiones
de la leyenda, pero todas comparten la idea del castigo por la avaricia, haciéndonos, de una u otra forma, la eterna pregunta de; ¿qué estarías dispuesto a sacrificar por dinero?
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