Dibujo de los tres Reyes Magos |
¿Se acuerda de la historia de los tres reyes magos, que fueron a ver el pesebre del niño Jesús?
Pues; ¿qué me dirías si te digo que existe una leyenda que asegura que en lugar de tres son cuatro reyes magos los que iban a ver al niño Jesús en el pesebre?
En el mundo de las leyendas se puede hacer muchas cosas. Como se trata de hechos que sucedieron hace ya tiempo al actual, se puede introducir ciertos elementos que la hagan interesante para el oyente.
Se dice que al nacer el niño Jesús hubo un cuarto Rey Mago con el nombre de Artabán, mismo que también vio brillar la estrella de Belén en el cielo. Como corolario ya sabemos que decidió seguirla, pues ya sabía que era la guía para saber donde estaba el niño Jesús.
Llevaba como obsequio un cofre lleno de perlas preciosas para el recién nacido.
No creerás lo que sucedió.
En el camino se fue encontrando con diversas personas de diferentes ámbitos sociales.
Estas personas ni tanto perezosas, le fueron pidiendo que les ayudara.
Obviamente, como en el cuento de hadas, este Rey Mago les iba atendiendo muy contento y muy servicial, dejándole a cada uno que se le presentaba una perla.
No te digo pues que es un cuento fantasioso… odio los cuentos fantasiosos.
Por eso es que sólo en la historia de Los Reyes Magos solo se cuenta de tres y no de cuatro que visitaron al pesebre del niño Jesús.
El cuarto Rey Mago, fue retrasándose por el camino atendiendo a los indigentes, humildes, enfermos (hasta curandero era el bato, ahora resulta), encarcelados (supongo que se escaparon de la cárcel para verlo), miserables y demás personas que se le iban presentando.
Como eran tantos los que se encontraba por el camino llegó al grado de que su cofre de perlas quedó casi vacío.
Según la leyenda, no podía dejar desatendidos a todos los que se encontraba. Como si no supiera uno como eran los reyes en su tiempo.
Se quedaba con las personas que le solicitaban su ayuda por el tiempo necesario hasta que todas sus penas eran atendidas, luego continuaba con su viaje, que al tiempo de ir en la marcha era interrumpido por otras personas… ¿a poco no sabían donde vivía este asediado Rey?
Por fin, un día llegó a Belén… ¡al fin! ¡Qué bárbaro! ¡Pero qué gente tan molestona!
Cuando llegó, los otros reyes magos ya no se encontraban en el lugar y el dichoso niño Jesús ya sus padres se lo habían llevado a Egipto, porque el Rey Herodes mandó matarlo.
Supongo que ya sabes la historia esta. El Rey Herodes mandó matar a cada niño que hubiera nacido en esos días para asegurarse de que muriera el niño Jesús.
El cuarto Rey Mago, ya sin la guía de la estrella de Belén, lo continuó buscando.
Lo buscó hasta casi darse por vencido. Estuvo más de treinta años buscándolo por todos los rincones de la tierra, que el transcurso del camino anduvo ayudando a los que así lo requerían.
Ya por fin, cierto día llegó a Jerusalén. En ese momento de su llegada, la plebe (multitud de personas), pedía la muerte de un hombre.
Al verlo, notó que había algo familiar en sus ojos.
Entre la sangre, sudor, lágrimas, sufrimiento y el dolor logró vislumbrar el brillo de la estrella de Belén en sus ojos
Si, por corolario deducimos que aquél a quien miraba, era ese niño al que hace más de treinta años estuvo buscando
El Rey ya estaba algo cansado y muy viejo, pero aún le quedaba una perla en el cofre, bueno; supongo que el cofre lo dejó en alguna parte porque en la historia contada dice bolsa.
Había llegado según él un tanto tarde. Pues aquél a quien iba a obsequiarle sus regalos, estaba ya algo crecido y pendía ya de un madero en forma de cruz.
La tristeza inundó ese frágil corazón. Pensó que había fallado en su misión.
Ya no tenía a donde más ir, ya estaba en las últimas. Decidió quedarse en Jerusalén para rendirse en los brazos de la muerte.
A los tres días ¿adivina que?
Una estrella que se presentó más brillante que la estrella de Belén iluminó dentro de la habitación en la que se encontraba.
Era el ya sabes quién; Jesús Cristo que se le presento en persona.
El cuarto Rey Mago se dejó caer de rodillas frente a él, de su bolsa sacó la última perla que le quedaba y se la obsequió a Jesús.
Muy educadamente, Jesús la agarró y le dijo las siguientes palabras:
No haz fracasado. No te diste cuenta, pero toda tu vida siempre me encontrabas. En ocasiones me encontraba sin ropa y me dabas que ponerme. Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste agua. Estuve encarcelado y me fuiste a visitar.Si; yo estaba en cada uno de ellos, en todas las personas que atendiste por tu camino.
Te agradezco todos tus regalos que me obsequiaste con amor. En verdad te digo, que estarás conmigo en el paraíso por siempre, pues el cielo es lo que te espera.
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