El apartamento número seis |
Hola mis estimados suscriptores, ¿qué tal les va el día? Ya es viernes y es fin de semana, espero que les vaya bien y que tengan un buen fin de semana.
Y para que les vaya mejor, aquí está un artículo bien creepy para reflexionar en el día.
Comenzamos.
Próculo ya se había enfadado de ver las paredes de su casa en un tono amarillo, así que se decidió a hacerles una llamada al servicio de pintores de la ciudad para pedirles le hagan una evaluación de cuanto le saldría pintar toda la casa.
Sin embargo; el presupuesto salía del límite de sus bolsillos, así que optó por hacer él mismo el trabajo de pintura.
A la mañana siguiente, fue a un departamento de pinturas, de esos donde venden de todo para el decorado del hogar y su mantenimiento.
Se compró una tercia de cubetas de pintura.
En la tele veía; de esos anuncios donde promocionan equipo para pintar a un costo ridículo, así que tomó el teléfono e hizo el pedido. Al tercer día alguien tocó a su puerta, era el servicio de paquetería.
Ya le había llegado la hora.
Fue al almacén, sacó la cubeta de pintura, y se puso a contemplar el primer cuarto con varios muebles. Trató desinteresadamente a la flojera y empezó a tapizar el piso con hojas de papel periódico, después tomó algunas viejas lonas guardadas en el mismo sitio de almacenamiento para cubrir los muebles.
Pasadas ya tres horas, terminó de pintar la sala de estar, la cocina y parte del comedor.
Vio que era bueno tomar un pequeño descanso y un refrigerio, así que fue a la cocina para prepararse un sándwich.
Ya cuando terminó de comerse el sándwich y el cuerpo descansado, le afloró la pereza, así que pensó:
–Es viernes sexual… digo social, y el cuerpo lo sabe. Mañana le sigo, me recostaré un rato.–
Se dirigió al cuarto donde duerme, se recostó en la cama. Murrungato andaba por ahí en el cuarto, cuando vio que se acostó en su lecho, fue y se le acomodó por un lado de los pies.
Cerró los ojos y se dejó llevar por una relajación total; de esa que le da a uno después de haber trabajado y sentir que merece ser consentido, seguido de un mortal sueño.
De repente, se oyeron ruidos escandalosos en la sala.
Levantó parte de su cuerpo, de forma que quedó sentado con las piernas estiradas para ver si Murrungato estaba, y no; no estaba, por eso dedujo que era su gato el causante de tal alboroto.
En cuanto cerró la puerta del cuarto, ya fuera, oyó como Murrungato maullaba; con cierto desespero debo decir, y volteaba para todos lados.
Al momento de los maullidos comenzó a aparecer una persona, pero dando la tonalidad de fantasma por la apariencia desvanecida, tomando cada vez más espesura conforme iba acercándose a Próculo.
Él se sintió temeroso, y como no; es muy raro que alguien se le aparezca de la nada a una persona. Las piernas se le agüilaron (aflojaron) y se sentía incapaz de moverse por voluntad propia.
El espectro se le continuó apareciendo en los siguientes días del fin de semana.
Él en verdad estaba espantado, ni arropándose por completo se sentía protegido. Un pánico inexplicable lo abordaba por momentos.
El domingo, ya de noche, el ente para él; diabólico, al fin le habló y le conoció la cara.
Su rostro era igualito al vecino que vivía en el apartamento número seis; Casiano.
El apartamento número seis estaba al lado del siete. Por corolario deducimos que es el de Próculo.
Se dispuso a salir del apartamento número 7 para ir a el apartamento número seis. Al llegar allí, pudo percatarse que la puerta se encontraba sin seguro.
Sin conocer el por qué se encontraba abierta la puerta, de una entró sin pensarlo.
El concentrado aroma de vagabundo hizo que Próculo se guiara hasta el dormitorio de Casiano.
Miró con pavor que sus pies salían de debajo de su lecho. Al instante imaginó que aquél hombre yacía muerto bajo la cama.
Pero cual sería su sorpresa, el afortunado Casiano estaba agonizante.
Salió corriendo hacia su apartamento para hacer una llamada a la Cruz Roja. En menos de media hora ya se encontraban en el apartamento número seis, atendiendo a Casiano.
En su mente sigue el recuerdo de aquél ente que se le aparecía en su apartamento, atribuyéndolo a el alma del ya dichoso Casiano, que se separó del cuerpo para ir en busca de ayuda.
Comentarios