El origen de Peppa, No les respondas, La niñera diabólica, Su juguete más siniestro y El rey caníbal

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El origen de Peppa, No les respondas, La niñera diabólica, Su juguete más siniestro y El rey caníbal.

El origen de Peppa

Bienvenidos amantes de lo oscuro. La historia que hoy les vamos a contar ha llegado a nosotros de una fuente anónima, que se ha identificado simplemente como Mark

No podemos asegurar su veracidad, pero; de ser cierta, significaría que una de las series de animación más alegres e inocente encierra tras de si un terrorífico y sangriento origen. 

Sucedió aproximadamente hace 15 años. 

Mark vivía junto a sus padres en una granja en medio de la campiña inglesa, a unos cuantos metros de su propiedad vivía otra familia; Los Smith, que se dedicaban a criar cerdos para luego sacrificarlos y venderlos al carnicero del pueblo. 

Sin embargo el negocio no les iba muy bien, habían perdido varias camadas y sus ventas estaban decayendo últimamente. 

Era un hogar particular, pues estaba compuesto por dos miembros solamente; Johan Smith, un granjero de mediana edad y su hija pequeña; Peppa Smith

La esposa y madre de la niña, se encontraba en prisión. Había sido arrestada unos años atrás por atacar a su marido con un machete cuando estaba en estado de embriaguez. 

La pobre Peppa, además de vecina de Mark, era una de sus mejores amigas. La recuerda como una chica agradable y sumisa, a pesar de todo lo que le había pasado, tenía pecas en la cara y era algo regordeta. 

Había heredado la constitución física de su padre. 

Algunos días Mark acompañaba a Peppa a darle de comer a sus cerdos y como no, entre todos tenía sus favoritos. 

Se trataba de una pequeña familia de porcinos, el macho era un animal enorme y obeso, que además; había quedado medio ciego por una infección. 

La hembra sólo fue capaz de tener dos crías, era poco fértil. Una de ellas era un simpático cerdito que tenía una curiosa particularidad, su sonido no era como el resto de su especie, sino que gruñía ferozmente. 

A Peppa le recordaba siempre el rugido de un gran dinosaurio. La otra cría no tenía esta singularidad, pero era de un volumen extremadamente grande para su edad. 

Seguramente había sido producto de una mutación durante la gestación en el vientre de la madre. La cuestión era que le parecía ser enorme en comparación con el resto. 

Peppa y Max solían hacer dibujos con gises en la pared del granero de este último. 

Un día en concreto, mientras él, que no tenía una gran imaginación, pintaba una flor, su amiga hacía una especie de bosque que resultaba un tanto extraño. 

Con una tiza de color rosa dibujó su familia de cerdos favorita, llevando vestidos y playeras, lo que les daba un aspecto muy gracioso. 

Peppa vio que a Mark le gustaba y le presentó orgullosa su obra de arte. Por una parte, estaba mamá Pig, a su lado se encontraba George, que traía en sus patitas el peluche de un dinosaurio, porque le gusta rugir como ellos. 

Detrás venía papá Pig, que llevaba gafas porque no veía muy bien y la última miembro de la familia se llamaba Peppa Pig

La autora le había puesto su propio nombre porque le tenía mucho aprecio y se parecía mucho a ella. 

Quedó tan contenta con el resultado que llamó corriendo a su padre para que lo viese. 

Cuando el señor Johan llegó y contempló el dibujo reaccionó con un enfado exagerado. Le gritó a Peppa que le había advertido miles de veces que no se encariñara con los animales. Sabía de sobra cuál sería su destino final. 

De hecho, acababa de arreglar la máquina trituradora de carne, así que la iba a poner en marcha para continuar con la producción. 

La familia favorita de Peppa iban a ser de los primeros en ser sacrificados debido a sus enfermedades. 

Los animalitos que había dibujado con tanto cariño en la pared tenían las horas contadas y mañana mismo estarían colgando en la carnicería. 

Peppa comenzó a llorar y se acercó a Mark para que la abrazara, pero su padre se interpuso y la llevó con él a ayudarle a triturar desechos para dar de comer a los cerdos. 

La pequeña estaba desconsolada. Mark podía escuchar el llanto desde su propia casa, mientras Johan destazaba los animales a machetazos. 

Un rato después, Peppa volvió junto a Mark con las manos cubiertas de sangre, que supuso era del animal favorito de la niña. 

Entre lágrimas, ella la usó para pintar el rojo del vestido de su dibujo en la pared del granero. Le trazó una amplia sonrisa en el rostro y dejó de llorar. 

Levantó la mirada hacia Mark, se acercó lentamente y le susurró si le podía ayudar a triturar el resto de desechos. 

Su padre estaba descansando y ella debía encargarse de terminar la faena. El chico aceptó sin pensarlo y la siguió hasta la trituradora. 

Era una inmensa máquina automática de gran potencia y aspecto imponente. Peppa la encendió y comenzó a resonar con un chillido agudo y atronador. 

Mark le ayudó a arrastrar una cubeta maloliente llena de vísceras y trozos de carne. El contenido era tan espeso y había tanta sangre que hacía difícil distinguir de qué se trataba realmente. 

Al chico se le hacía difícil aguantar las náuseas, así que se hizo a un lado mientras Peppa tiraba los restos dentro de la máquina. Esta emitía un crujido mecánico, como si le costase despedazar la carne. 

Probablemente el señor Johan no la había arreglado tan bien como pensaba. De pronto Mark se quedó helado cuando Peppa sacó de la cubeta una especie de extremidad alargada y similar a un brazo humano. No lo podía creer, hasta que pudo distinguir perfectamente que terminaba en una mano. 

Cruzó una mirada de terror con Peppa que seguía impasible con su trabajo. Esta se dio cuenta de que en uno de los dedos había una pequeña liaza dorada. La sacó y se la quedó mirando durante unos instantes, hasta que con un gesto de desgana la arrojó a una esquina del granero y tiró el brazo dentro de la máquina que seguía rugiendo y quejándose. 

Mark apartó la vista y no quiso mirar durante el rato interminable que tardó Peppa en acabar con el contenido de la cubeta. 

Por el otro extremo de la máquina, del que salía una espesa y apestosa pasta, comenzó a brotar también un montón de sangre, que salía disparada contra las paredes. 

Cuando por fin terminó, Peppa apagó la máquina y se hizo un silencio inquietante. 

Con una pala y una carretilla, juntó parte de los restos triturados y los llevó al criadero. Allí se los dio a comer a su familia de cerdos favorita, mientras los acariciaba con cariño. 

Mark la acompañó sin decir ni una palabra, hasta el anochecer. 

Acabada la faena, Peppa se despidió de él y se metió en casa. 

Pasaron los días y no hubo señal de actividad en la granja de los Smith

Los vecinos preocupados, alertaron a la policía local, que acudió al lugar pero no encontró por ningún lado a Johan y a la pequeña Peppa

Tras varias jornadas de rastreo por la zona sin encontrar pistas, se les dio por desaparecidos y se clausuró la granja. 

Mark se sentó en el porche de su casa a ver como trasladaban a los animales, incluidos los que formaban esa familia tan querida por Peppa

Se quedó un rato más observando el dibujo; la obra maestra de Peppa, que se le quedó grabado a fuego en la memoria. 

Nunca quiso contar a la policía nada de lo que había visto, por no incriminar a su mejor amiga y porque ya no tenía sentido ahora que aquella pesadilla había acabado. 

Aparcó el hecho en lo más hondo y no volvió a pensar en ello, como si nunca hubiera sucedido. Hasta muchos años después, cuando ya era adulto y estaba en un bar con un amigo, celebraban que este había conseguido entrar en la televisión con un contrato en prácticas. 

Sus posibilidades de quedarse pasaban por diseñar un proyecto para una nueva serie de animación infantil, algo alegre y colorido, con animales de protagonistas. 

Su amigo estaba desesperado. No se le ocurría nada que mereciera la pena. A Mark le vino a la mente el flash de aquél dibujo en su granero y se decidió a contarle una historia que había escuchado de pequeño. 

La de una cerdita llamada Peppa Pig

No les respondas

Bienvenidos amantes del terror, hoy les traemos una historia que se remonta a 1975. Prepárense, porque seguro que no los va a dejar indiferentes. 

Una madre soltera y su hija; Elizabeth de 12 años, habían sido invitadas a una fiesta en casa de los abuelos. Celebraban los 40 años de casados y aunque no se llevaban bien con su hija, querían compartir ese día tan especial con ellas

Pero al final, la madre decidió que simplemente llevaría a Eli a la fiesta y se iría. No le apetecía estar allí y además, tenía mucho trabajo. 

Terminada la fiesta, los abuelos se llevaron a la pequeña a su casa, ya en la entrada notaron algo extraño. Así que le pidieron a su nieta que esperara en el coche. 

Sin embargo; ella silenciosamente los siguió hasta adentro. Lo que se encontraron fue absolutamente horrible. 

Tan pronto la abuela cruzó el umbral, soltó un escalofriante grito, su hija estaba tendida en el suelo, muerta y con expresión de auténtico terror en su rostro. 

Había una nota al lado del cadáver que decía; Nunca les respondas

La pequeña se quedó en shock, observando por última vez el cuerpo de su madre. 

El caso se terminó cerrando por la falta de pruebas de agresión y declararon que fue muerte natural. 

Elizabeth se mudó con sus abuelos, que fueron los encargados de criarla y darle amor. 

Vivían en una antigua urbanización militar, apenas quedaban vecinos, pero les encantaba el lugar precisamente por su tranquilidad. 

Con el paso del tiempo, la niña fue creciendo y los abuelos ya la dejaban sola de vez en cuando. Una de esas veces se encontraba en la sala viendo la televisión. 

Cuando de repente escuchó su nombre; 

–Elizabeth– 

Su primera reacción fue girarse, a ver quién la llamaba, pero recordó que estaba sola y pensó que seguramente sería producto de su imaginación. Decidió irse a la cama, sus abuelos no tardarían en llegar. 

Pero allí volvió a escuchar de nuevo como alguien decía su nombre, esta vez; pensado en que quizá ya habrían llegado contestó: 

–Dime, abuela– 

Pero nadie respondía, así que insistió, pero no; la casa estaba completamente vacía. 

Empezó a ponerse muy nerviosa y se encerró en el cuarto de sus abuelos con un bate en la mano. No paraba de darle vueltas al día de la muerte de su madre y otra vez esa voz. 

Ella respondía, pero nadie le contestaba y estaba aterrorizada. De repente, escuchó pasos correr hacia el cuarto, se quedó inmóvil mientras veía como la puerta se abría lentamente, pero no pasó nada más. 

Decidió levantarse y mirar en el pasillo. Al no ver a nadie comenzó a llorar muy frustrada por todo lo que estaba sucediendo. 

Agarró su móvil del bolsillo e intentó llamar a sus abuelos, pero el teléfono no daba señal, era una horrible pesadilla y justo cuando tenía el auricular pegado a la oreja, lo escuchó de nuevo: 

–Elizabeth– 

Lanzó el teléfono todo lo lejos que pudo y corrió a meterse bajo las sábanas, muy asustada. 

Entonces, oyó que unas llaves abrían la puerta principal y alguien gritaba su nombre de nuevo. 

Pensó que estaba salvada y corrió escaleras abajo en busca de sus abuelos. Pero para su sorpresa no había nadie. Otra vez no entendía nada. 

Sin parar de llorar volvió arriba, desesperada porque aquella pesadilla terminase de una vez por todas. 

Pero al llegar, allí estaba su abuela, o eso pensó al principio, pero al observarla detenidamente comprobó que algo fallaba. 

Aquellos ojos estaban llenos de odio, no se parecían en nada a los de su amorosa abuelita; no era ella. 

Pero entonces, ¿de quién se trataba? 

Aquella señora dijo: 

–Nunca nos respondas– 

Aquella frase le trajo demasiados recuerdos horribles. De repente, las luces se apagaron y sintió como si todo a su alrededor se moviera, aquella figura se acercaba cada vez más, hasta que terminó agarrándola por los pies. 

Vio que era su final, de pronto se escucharon pasos apresurados y su abuela entró en la habitación. Aquella figura se desvaneció y ellas se fundieron en un abrazo. 

Su abuela le explicó que se trataba de un alma que se aprovechaba de las personas que responden a su llamado; eso fue lo que le pasó a su madre, pero que nunca puede hacer nada si aparece la persona de la que tomó su forma. 

Su abuela le había salvado la vida y ella recordará para siempre; que nunca debe responder

La niñera diabólica

Bienvenidos amantes de lo oscuro. Seguro que conoces a alguien que haya trabajado alguna vez de niñera

Puede ser una forma fácil de ganar un dinero extra, a menos que tengas la mala suerte de dar con el crío equivocado. 

Priscila siempre quiso ser niñera y con dieciocho años empezó a cuidar de los pequeños de su vecindario. 

Pronto se dio cuenta de que era un trabajo sencillo y cuidó su reputación para aumentar sus clientes. 

Un día, doña Lourdes; una extraña anciana que llevaba bastón y cojeaba exageradamente, quiso contratarla. La joven aceptó sin pensarlo, ni hacer preguntas, después de todo, nunca le habían ofrecido ciento cincuenta dólares por cuidar de un niño

A la mañana siguiente estaba en la puerta agrietada de la casa grande y oscura de doña Lourdes. Ésta; le explicó que Talita, a quien iba a cuidar era una niña tímida que no le daría demasiado trabajo. 

A Priscila le extrañó, nunca escuchó que la anciana tuviera nietos, ni había visto niños jugando por allí. Sin más; llamó a la chiquilla para conocerla. Y doña Lourdes le indicó que estaba en el sótano. 

Bajó por las escaleras con cierto miedo. A cada paso que daba, todo le parecía más extraño y siniestro. 

En un rincón de la habitación, había una figura infantil de espaldas, con un vestido anticuado. Ésta se dio la vuelta y su corazón dio un vuelco al ver que una máscara grotesca cubría su cara. 

Talita dio unos pasos atrás, temerosa. Priscila le dijo que no tuviera miedo, que estaba allí para jugar y serían muy buenas amigas. 

Se fue hacia la pared, que estaba cubierta de viejos recortes de periódico. Al acercarse pudo leer que hablaban de una trágica noticia; un desgraciado accidente de tráfico destroza a una familia. Un matrimonio y su hija fallecieron en el acto, sólo la abuela logró sobrevivir. 

Estaban acompañados de grotescas fotos de un coche incendiado y hecho un amasijo de hierros. 

Priscila inmediatamente volvió la vista hacia la niña que ahora estaba más cerca, pero observándola aún con reserva. 

Su primer pensamiento fue huir de allí, pero al girarse se topó de frente con doña Lourdes que se cruzó en su camino. 

La niñera trató de poner una escusa vulgar, diciendo que no se encontraba bien, pero la anciana ya se había dado cuenta de lo que pasaba. 

–Te dejaré marchar, no te preocupes, pero antes; déjame explicarte– 

Le contó que cuando perdió a su familia en el accidente, quedó hundida, removió cielo y tierra hasta dar con una bruja hechicera, conocida por obrar auténticos milagros. 

Ella le dijo que podría revivir a uno de los muertos, pero sólo a uno. 

La anciana tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida y eligió a su nieta. 

Priscila no acababa de creérselo, pensó que intentaban gastarle una broma para asustarla. Entonces; doña Lourdes llamó a Talita con dulzura. 

La niña salió de la habitación, aún con paso tímido, la anciana le pidió que se quitara la máscara y la niñera experimentó el mayor horror de su vida al ver su rostro en estado de descomposición. 

La chiquilla se sintió avergonzada e inmediatamente ocultó su rostro. De pronto, la anciana golpeó con su bastón a Priscila en las piernas, haciéndola caer de rodillas. 

–Vaya; haz hecho sentir mal a Talita, ¿por qué no hacen las pases jugando a maquillarse? Seguro que ella puede darte algunos consejos.– 

La niña sacó de su bolsillo una navaja de barbero y se acercó a la niñera con sonrisa maliciosa. 

Su juguete más siniestro

Mucha gente, aunque sea adulta tiene muñecas decorativas en casa. Algunos todavía guardan las que tenían de pequeños. Probablemente decidan deshacerse de ellas cuando conozcan esta historia. 

Hace muchos años, una pequeña niña de cabello rubio y ojos azules, llamada Nina, salió a jugar una tarde al solitario bosque cerca de su casa. 

Cuando regresaba a su hogar tropezó con un arbusto y encontró algo extraño entre las ramas; una preciosa muñeca de porcelana, algo sucia y desgastada, pero con una sonrisa encantadora. 

Quedó hechizada con ella y decidió llevársela consigo. En su cuarto empezó a peinar y a desenredar su pelo y se extrañó al ver que estaba llena de hierbas y olía a musgo, pero aún así no le importó, la roció con perfume, le puso nombre; Lulú. Y por la noche durmieron abrazadas. 

A la mañana siguiente siguió jugando con ella y se le ocurrió sentarla en el balcón de su habitación. De repente; sin razón, la muñeca cayó hacia atrás y Nina asustada se lanzó a salvarla, pero no lo consiguió y con el impulso cayó también por encima de la barandilla. 

Su madre, al oír un grito y el fuerte golpe, salió corriendo afuera atemorizada. Allí se encontró con la terrible imagen de la muñeca, hecha pedazos y su propia hija al lado, llena de golpes y contusiones. Llamaron enseguida a una ambulancia, pero nada se pudo hacer por su vida y la pobre niña murió desangrada. 

Los desconsolados padres no fueron capaces de seguir viviendo en aquella casa. Así que decidieron venderla. 

No tardaron en encontrar nuevos dueños, una madre soltera, que vivía con su hijo pequeño Max. Al mudarse encontraron el caserón casi vacío. Sólo quedaban unos cuantos muebles cubiertos por sábanas y una muñeca de porcelana algo sucia y vieja, pero bien conservada, que les esperaba sobre la mesa del recibidor. 

Dieron por hecho que se le había olvidado a los antiguos dueños y la guardaron en el desván. Esa misma noche, Max tuvo una horrible pesadilla, donde vio a una niña de cabello rubio y ojos azules, toda ensangrentada que le gritaba: 

–Fue culpa de Lulú, no te acerques a ella.– 

El sueño se repitió durante varias noches y decidió contárselo a su madre. Ésta intrigada intentó averiguar algo más sobre los antiguos dueños de la vivienda. 

Así se enteró de la trágica muerte de Nina, que tenía el mismo aspecto que la niña de las pesadillas de Max. Pero; no descubrió nada acerca de ninguna Lulú

Decidió no contárselo a su hijo para no asustarlo más, esperando que fuese una coincidencia y las pesadillas se pasasen. 

Una noche, Max se dirigía a su cuarto a dormir y en el pasillo tropezó con la siniestra muñeca, ¿cómo había llegado hasta allí? 

Quizás su madre le había estado echando un vistazo. Él mismo la examinó y descubrió que tenía un nombre bordado en su vestido; Lulú

Atemorizado, la devolvió a su sitio en el desván y cerró con llave. 

Con los nervios tardó en conciliar el sueño, pero; finalmente se durmió. 

A media noche, una serie de golpes secos lo despertaron bruscamente, salió al pasillo temblando y en lo alto de las escaleras, sentada en el suelo, volvió a encontrarse a Lulú

Al mirar hacia abajo, al pie de los escalones, se encontró la escalofriante visión del cuerpo de su madre, retorcido y lleno de moratones. 

Al volver la vista hacia la muñeca, pudo ver que ahora tenía un aspecto diferente, tenía una sonrisa malévola y unos ojos rojos y brillantes. 

De susto, Max se despertó sobresaltado en su cama. Por suerte, sólo había sido otra pesadilla y poco a poco consiguió recuperar el aliento. 

Al volver a recostarse, notó un bulto bajo las sábanas, metió la mano y no pudo creer lo que sacó, era la siniestra muñeca, con aquella sonrisa encantadora y su perfecta piel de porcelana. 
 

 El rey caníbal

A menudo nos mandan historias basadas en leyendas, así que hoy vamos a hablarles de una de ellas. 

¿Preparados? 

Hace varios siglos, dicen que existía un pueblo en mitad de la nada. Su principal peculiaridad era el tamaño de sus habitantes. 

Todos ellos medían más de dos metros. Por esto era conocido como La Villa de Los Gigantes

Otra cosa curiosa de ese lugar era su rey, era una persona extraña y caprichosa, se había criado con todos los lujos del mundo. 

Así que actuaba como si gobernar fuera un juego. A menudo tomaba decisiones temerarias sólo para divertirse, por lo que era temido por todos los lugareños

Otra de sus características era su insaciable apetito. 

Tenía varios de sus sirvientes, sólo encargándose de que su despensa estuviese siempre llena, no podía faltar nada. 

Si el rey pedía algo y no lo había, las consecuencias podían ser terribles. 

Al mismo tiempo, una terrible crisis azotó al pueblo, los vecinos no tenían qué comer, las tierras ya no daban sus frutos y poco a poco las reservas fueron acabándose. 

Eso enfureció muchísimo al rey. Así que mandó a dos de sus mejores cazadores a que trajesen carne. 

Les dijo que o lo conseguían o los mataría

Pero tras varios días recorriendo los montes próximos al pueblo, las cosas fueron a peor. No había ni un sólo animal. 

Todos habían sido capturados y devorados ya. Los vecinos se morían de hambre y el rey aunque todavía conservaba algo de comida en su casa, cada vez se enfurecía más con sus criados. 

El ambiente entre los vecinos se tensó hasta límites insospechables y las peleas y saqueos se hicieron habituales. 

La casa real tuvo que convertirse en una auténtica fortaleza, con guardias vigilando todas las entradas. Pero a su majestad, sólo le preocupaba la comida, su apetito era insaciable y no le importaba lo que sucedía alrededor. 

Los sirvientes ya habían sufrido agresiones, amenazas e incluso había habido asesinatos. Estaban desesperados por encontrar una solución para el rey, harían lo que fuese por complacerlo y tener un poco de tranquilidad. 

Él mismo les dio la respuesta, cuando regresaron con las manos vacías. Los envió de vuelta al exterior con una orden clara y las cosas empezaron a mejorar. 

Después de sólo dos días de caza, los hombres llegaron al palacio anunciando que tenían carne. El rey se puso como loco, por fin podría satisfacer los deseos de su estómago. 

Los súbditos que convivían con él respiraron aliviados, por fin podrían estar tranquilos. 

Llegó el momento de servir la comida y misteriosamente, los cazadores ya se habían encargado de despejar todo. 

Solía ser un trabajo que hacían las cocineras, pero; en ese caso se les habían adelantado. 

El rey con su ansia por comer pidió que no cocinaran la carne, tenía tanta prisa que se la comió cruda y así fue; poco a poco, devorando todo lo que le ponían en el plato. 

Al mismo tiempo, la sangre iba impregnándolo todo. Su ropa estaba completamente roja y en el salón había un olor nauseabundo. 

La sirvienta encargada de servirlo salió de la habitación apenas a tiempo para vomitar, no podía soportar aquello y muy curiosa, se puso a buscar a los cazadores para preguntarles qué tipo de carne habían conseguido, pues nunca había visto nada igual. 

Pero lo que encontró la dejó helada, en los cobertizos donde trabajaban los hombres había un montón de huesos que en seguida identificó; eran humanos, no se podía creer lo que veía, sus ropas todavía seguían allí, eran harapientas como de mendigo. 

Los trabajadores la miraron con cara de pena y dijeron: 

–No sabemos hasta cuando podremos mantenerlo contento, sólo procura no ser la siguiente.– 
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