Judge Angel, Lulú, Zero, Vaily Evans y Clockwork

Judge Angel, Lulú, Zero, Vaily Evans y Clockwork
Judge Angel, Lulú, Zero, Vaily Evans y Clockwork.

Hola mis estimados suscriptores, ¿qué les ha parecido este 2020? ¿Cómo están hoy? Si quieres puedes dejar tu comentario aquí debajo, en la caja de comentarios. 

Este es otro artículo de terror, así que les traemos una recopilación de creepypastas protagonizados por sus personajes femeninos favoritos. 

Estamos hablando de Judge Angel, Lulú, Zero, Vaily Evans y Clockwork

Esperamos que les guste y no se olviden de dejar su comentario con su personaje favorita. Empezamos con el artículo. 
 

Judge Angel

Hoy es un día importante para la familia Clark. Después de 9 meses, la señora Clark finalmente va a dar a luz a su hija. 

Todo el mundo conoce al señor Clark, es el juez más famoso de la región. 

Tras unas horas, la enfermera que está atendiendo el parto, sale a la sala de espera y se dirige al señor Clark

–Señor Clark– 

–Sí, ¿qué pasa?– 

–Huy, es posible que tenga que verlo por usted mismo– 

–¿Qué es lo que ocurre?– 

–Bueno; su hija parece ser un poco...– 

Comienza a explicar la enfermera, retrocediendo a pasos lentos con notable miedo hacia el hombre delante suyo… 

–Especial– 

Dice finalmente. 

El señor Clark empezó a correr hacia la sala donde se encontraba su mujer. 

El recién nacido es una niña con pelo rubio como el sol, la señora Clark tenía el pelo rojo, mientras que el del señor Clark era marrón y lo más sorprendente es que la bebé tenía un par de ojos aterradores. 

Sus ojos eran completamente negros con un pequeño brillo singular. Daban miedo. 

–¿Pero qué le pasa a esta niña?– 

El señor Clark gritó con furia a su mujer. 

–Seguro que es mía ¿verdad? Voy a pedir una prueba de DNA– 

Cuando los resultados salieron, se confirmó que era su hija. 

La niña creció con normalidad. Sus ojos eran completamente oscuros, pero no mostraban ningún problema de visión, al contrario; parecía mejor que la de una persona normal. 

El señor Clark no acaba de entender qué es lo que pasaba con su hija. 

Él siempre soñó con la niña perfecta y no estaba dispuesto a que nadie viera a ese monstruo. Egoístamente; decidió criarla en casa. 

La señora Clark que dependía para todo del juez, no tuvo más remedio que aceptar. 

Años más tare, Dina Ángela, la chica de ojos extraordinarios, acaba de cumplir 13 años. Es una jovencita tímida y callada, que no sabe relacionarse. 

Dina sabe que su padre es un juez muy famoso y el más justo, siempre busca la perfección en todo y Dina; no lo es. 

Con su madre en cambio, todo era distinto. Dina es la niña consentida de mamá. 

Apenas sale fuera de los recintos de la mansión familiar. Tiene el pelo rubio, corto y desordenado, pero su madre siempre se lo peina cuando su padre está cerca. 

Al contrario que para él, a Dina le encantan sus ojos, la tienen fascinada. 

No tiene ningún amigo. Solía soñar que jugaba con los niños del parque que veía desde su habitación a lo lejos. 

Alguien llama a la puerta, es mamá. 

Dina; voy a ir al centro comercial ¿quieres que te traiga algo para ti?– 

–No, gracias.– 

–Pero hija, no has estado comiendo nada últimamente y pareces tan triste. Te voy a traer algo especial.–

Su madre siempre la estaba consintiendo a escondidas de su padre. 

Dina realmente quiere probarlo todo del exterior, pero sabe que no puede, el perfecto señor Clark no permitiría que la gente supiera que su hija es un monstruo. 

Maisha, su retorcida niñera que la acompaña desde que nació, la vigila a todas horas a cada paso, cada suspiro. 

A Dina le encanta visitar la biblioteca de su padre, aunque a él no le gusta que entre; siempre logra escabullirse para entrar. 

La espada de color blanco puro colocada en una vitrina en medio de la sala, es su objeto preferido. 

Dina se puede quedar parada durante horas contemplándola. 

Según su madre, había una leyenda que decía que la espada pertenecía originalmente a un ángel justiciero y durante una guerra, la espada cayó accidentalmente en el mundo humano y nunca fue encontrado por el ángel de nuevo. 

Sin embargo; desde entonces, distintos humanos del mundo comenzaron a usarla. 

Se cree que sólo las personas destinadas pueden manejarla. 

Dina tocaba la caja de vidrio y casi podía sentir como si estuviera sosteniendo la espada. 

De repente oyó pasos acercándose. Dina se esconde, se abre la puerta, es Maisha; la estaba buscando. 

Su madre acaba de regresar cargada de bolsas. 

El señor Clark se encuentra con ella en la puerta principal. 

–¿Qué has comprado?– 

Agarra el brazo de la señora Clark cuando le pregunta, se le caen las bolsas al suelo del susto. 

–¿Esto es para ella? Te he dicho miles de veces que dejes de consentirla– 

El señor Clark abanea el brazo de su mujer que está muy nerviosa y casi se cae. 

Dina corre para ayudar a su madre. 

–Basta.– 

El señor Clark la suelta y se va. 

–Mamá ¿estás bien?– 

–No te preocupes, estoy bien, estoy muy torpe hoy.– 

La verdad es que la señora Clark no puede dejar a su marido, quiere demasiado a Dina y perdería la custodia si se divorcian. 

Dina acompaña a su madre a la habitación y se tumba en su regazo. 

–Mamá ¿me odias?– 

–Mis ojos, por supuesto que no. Tú eres mi ángel después de todo.– 

¿Ángel?– 

Dina de repente recuerda la espada en la sala de colección. 

–Mamá ¿quieres escapar?– 

Su madre asiente. 

–Vamos a huir juntas.– 

Preparan el plan para escapar una semana después, el día de noche buena. Dina lo ha preparado todo, sólo tienen que esperar hasta que llegue la noche para huir. 

Esta sentada en su habitación mirando por al ventana. De repente alguien golpea la puerta, es la señora Clark

–Corre Dina, tu padre lo sabe.– 

Antes de que Dina pueda reaccionar el señor Clark empuja a la señora Clark y entra. 

–Maldito monstruo, te voy a matar. Te han descubierto, los periodistas no paran de llamar, te has dejado ver. ¡monstruo!– 

El señor Clark la arroja hacia un lado, su madre intenta salvarla y Dina se golpea la cabeza y se desmaya. 

Cuando Dina recupera la consciencia, se encuentra encerrada en el sótano, en una especie de jaula. Maisha entra. 

–Hey tu, pequeño monstruo ¿cómo se siente estar ahí? Sabía de tus planes para escapar y por eso envié tus fotos a los reporteros, te odio desde que naciste y tu padre, me obligó a vigilarte para no ir a la cárcel, estoy harta de esta vida.– 

Dina estaba demasiado enfadada, siente como si algo nuevo saliese de ella, le agarra el tobillo a Maisha, la hace hacer y la arrastra hacia ella con fuerza. 

Maisha grita. Dina mira fijamente a la mujer. 

–Lo que has hecho no puede escapar de los ojos de un ángel, así que ahora anunciaré que eres.– 

Dina estrangula a Maisha aún más fuerte y susurra al oído de la mujer. 

–Culpable.– 

Dina ríe histéricamente, no se cree lo que acaba de hacer, agarra las llaves del bolsillo de la fallecida Maisha para abrir la jaula y sube las escaleras hacia la biblioteca, camina hacia la caja de cristal, la golpea y recoge la brillante espada del suelo. 

Dina va hacia la oficina del señor Clark, ha llegado la hora. 

Su padre no está dentro, pero sí su madre. Parece muy magullada. 

Dina se acerca hacia su madre y la sostiene. Su madre ya no respira, se seca las lágrimas y sale de la sala en busca de su padre. 

–Papáaa, papii, papiiii ¿dónde estás?– 

El señor Clark se encuentra en la cocina cubriendo sus heridas con una bolsa de hielo. 

–¿Qué haces aquí? ¿Cómo haz escapado?– 

Cada vez está más nervioso. 

–Monstruo, eres un monstruo. No deberías haber nacido, aléjate de mi.– 

–¡Cómo te atreves a desafiar a un ángel padre? Ahora anunciaré que eres culpable.– 

Dina le clava la espada a su padre acabando con su vida. Ya no le queda nada en esa casa. 

Como tenía planeado, se escapa para nunca más volver. 

La era del ángel justiciero acaba de comenzar. Así que cuidado con lo que haces. Nunca sabes cuando te puedes convertir en… 

¡Culpable!– 
 
Todo comenzó con otro viaje de campamento familiar. Mi hermano Andy, mis padres, mi tía Laura, mi tío Ben y yo. Siempre planeábamos una aventura anual para acampar en las montañas cercanas. 

Cada año nos gustaba ir un poco más alto y un poco más lejos. 

Llegamos y montamos la tienda en una llanura cubierta de hierba, era bastante agradable y tranquilo. Parecía increíble que sólo estuviésemos a unos pocos kilómetros de la vida urbana. 

La única parte que no me gusta de estos viajes es que no hay baño. Así que si necesitabas un poco de tranquilidad, tienes que llevar una pala y esperar a que no te piquen las hiedras venenosas. 

Estaba atardeciendo y ya teníamos todo listo, el fuego crepitaba en la hoguera, me dieron ganas de hacer del baño, así que le dije a mi madre que me iba hasta la arboleda. 

–Pero no te alejes demasiado, que la cena está casi lista.– 

Me dijo mi madre y yo asentí desde lejos. 

Me adentré en el frondoso bosque e hice mis cosas. Una vez terminado, me subí los pantalones e inicié el camino de regreso, pero justo cuando estaba a punto de salir, vi algo por el rabillo del ojo. 

Volví la cabeza y en una estancia, a unos pocos metros de distancia, había una muchacha. Tenía curiosidad así que decidí acercarme. 

Ella tenía el pelo negro, largo y desordenado, recogido en dos coletas. No parecía mucho mayor que yo, unos trece o catorce años. 

Llevaba un vestido plisado desgarrado, pero sin zapatos y sus piernas estaban cubiertas de rasguños. 

–Hey– la saludé, acercándome a ella. Poco a poco se giró hacia mi. Tenía un flequillo negro que le cubría medio rostro. 

–Mi nombre es Rubín–, le sonreí –¿Cuál es le tuyo?– 

Una niebla la rodeó mientras ella se quedó en silencio, apenas podía ver los árboles alrededor. La oí susurrar. 

Lulú– –¿Lulú? Es raro pero es un nombre lindo ¿dónde vives Lulú?– 

Miré a mi alrededor, era difícil ver algo. Además era ya casi de noche. 

–Puedo llevarte si quieres– Murmuró tomando mi mano. Su piel era suave, incluso con los rasguños, pero estaba muy fría. Me paralicé durante unos segundos. 

No sabía si debía ir con ella o no. La volví a mirar, me dejé llevar y la seguí. 

Fuimos por un sendero de tierra que estaba atestado de hojas secas y ramas caídas. En ese momento sólo me fijé en ella y no en el hecho de que estábamos caminando a ciegas en la niebla. 

Se las arregló para conducirnos a una vieja casa abandonada de dos pisos. Allí la niebla era aún más espesa. 

Nos sentamos en el porche a contemplar la oscuridad. 

–¿No tienes miedo… ya sabes, de vivir aquí tu sola en el bosque? 

Ella abrazó sus rodillas magulladas y mantuvo sus ojos ocultos

–En realidad no, incluso; con los hombres altos, asesinos y monstruos de cuatro patas, nunca estoy asustada. Nadie me visita de todos modos.– 

Explicó bajito. Me sorprendió su respuesta. Por un momento pensé que estaba loca, pero; parecía que llevaba viviendo allí bastante tiempo. 

–Pero ¿de dónde eres?– 

–De un lugar lejano y oscuro. No me gusta mucho la oscuridad, las cosas malas suceden allí.– 

Ella tembló por un momento y luego se quedó en silencio. 

–¿Por qué te tapas la cara?– 

Le pregunté después de sentir un escalofrío. –Quiero verte.– 

–No me gusta que la gente vea mi cara.– Otro silencio misterioso llenó el ambiente. 

Entonces me aclaré la garganta… –Ejem. ¿Cuándo crees que se irá la niebla? Tendré que regresar al campamento antes de que mis padres se preocupen.– 

La miré y ella se puso de pie. De repente sentí algo extraño en ella, una sensación triste y demoníaca me abrumó. 

–¿Tienes hambre?– Preguntó ella caminando hacia la puerta. 

–Si.– Me puse de pie, listo para seguirla al interior de la casa. Dentro todo estaba muy cuidado, las ventanas estaban limpias y el sofá parecía cómodo. 

Había luces encendidas en la zona de la cocina, me senté en el sofá. Ella entró en el salón con un plato de sopa y una cuchara de plata brillante. 

Lo puso en mi regazo y fue a buscarme una servilleta. Luego desapareció subiendo unas escaleras. 

Me senté sólo a tomar mi sopa. Estaba calientita y me sentó bien. Comí pensando en mis padres. Llevaba fuera mucho tiempo, pero no nos habíamos alejado demasiado del campamento. 

–¿No debería escuchar a mis padres gritando por mi nombre? Deberá ser capaz de oírlo desde aquí.– 

Aunque todo se volvió raro desde que la niebla apareció. 

Me quedé lleno después de comer la sopa y en seguida me entró el sueño. Dejé el plato y la cuchara en la mesa y me tumbé en el sofá. 

Sólo podía pensar en la chica, ¿dónde se había metido? Entonces me quedé dormido, me desperté en la oscuridad de la noche por un fuerte grito que venía como del sótano. 

Me levanté del sofá y miré a mi alrededor. 

Sólo se oía el crujido de las tablas de madera. 

Miré la mesa pero los platos ya no estaban. 

–Supongo que Lulú se los llevó.– 

Cerré los ojos de nuevo, tenía mucho sueño. Estaba ya casi dormido cuando de repente me sobre salté de nuevo por un grito. 

Esta vez estaba seguro de que no era cosa de mi imaginación, ¿qué pasa si Lulú estaba en peligro? 

Necesitaba asegurarme de que estaba bien. No podría soportar que le hubiera pasado algo malo. 

Entonces, empecé a buscar por toda la casa buscando el sótano. 

Cuando agarré la manija de la puerta, una frialdad espeluznante recorrió lentamente mi cuerpo. No quería abrir, pero me armé de valor. 

Detrás de la puerta estaba oscuro, debía bajar una escalera, me tapé la nariz, un olor fétido me invadió, mientras bajaba el mal olor era cada vez más fuerte. 

Mi estómago comenzó a agitarse y mis ojos se humedecieron, olía a podrido. Encontré un interruptor y lo pulsé, el sótano estaba ahora completamente iluminado. 

En la esquina de la habitación había otra puerta cubierta de moho. 

¡Lulú!– Grité, mirando a mi alrededor. No hubo respuesta, ¿dónde podría estar? –¡Lulú!– Grité más fuerte, con más ansia que antes. 

Agarré el pomo de la puerta de la esquina y la abrí –¡Lulú?– Lo que había visto en esa habitación me hizo vomitar. 

Había un cuarto entero de cuerpos. 

Cuerpos podridos en descomposición. Había hombres y mujeres tendidos sobre el suelo. Todos tenían en común que ninguno de ellos tenía ojos. Sólo había cuencas vacías mirando a través de mi, no podía soportarlo. 

Me giré y allí estaba Lulú, tenía las piernas y los brazos cubiertos de sangre, me quedé horrorizado, deseaba que todo esto fuera una pesadilla, que nada fuera real. 

–Haz visto demasiado– 

Ella me miró y sacudió su cabello moviéndose para revelar su rostro, no tenía ojos

–¡Tu… tu cara...!– 

Me aparté rápidamente y tropecé contra unas herramientas que estaban tiradas en el suelo, tocó mi cara suavemente con su mano. 

–No puedes ver mis ojos en este momento– 

Dijo con una pequeña sonrisa. –Pero yo los tengo– Me quedé helado. 

Mi corazón estaba latiendo intensamente. Apenas podía respirar. 

Lulú se apartó todo el pelo de la cara, manchándola con la sangre de sus manos. –¿Ves?– La piel alrededor de las cuencas comenzó a desgarrarse y sangrar. Parecía tan triste, tan herida. 

–Ahora que lo haz visto– Ella extendió su mano hacia mi y yo la golpeé. 

–¡Aléjate de mi, no me toques!– La empujé y torpemente corrí por las escaleras oscuras. Ella me siguió. 

–¡Haz visto demasiado!– Repitió mientras me seguía. –¡Dame tus ojos!– 

Miré hacia atrás, estaba de pie en el porche, yo seguí corriendo hasta que tropecé con una rama y caí por una pequeña colina. 

Me golpeé el brazo contra una roca y grité de dolor. Ella apareció frente a mi, puso sus manos a pocos centímetros de mi cara. 

Le di una patada y escapé. No paraba de gritar que le diera mis ojos y me siguió corriendo. La sangre brotaba de la pequeña abertura en mi brazo. 

Entonces, ahí fue cuando me di cuenta de que estábamos de nuevo en el estanque donde la había visto por primera vez. 

Eso significaba que mis padres no estaban muy lejos. Corrí rápido hasta que llegué al campamento. Mi familia se sobresaltó. Estaba mareado y cansado, vi a mi madre, se veía tan preocupada, la niebla había desaparecido, ya estaba a salvo, me desmayé. 

Me desperté en un hospital con mi madre al lado de mi cama. Tenía escayolado el brazo. 

Ella se inclinó para darme un beso en la frente. 

–Estoy tan contenta de que estés bien, te fuiste cinco minutos para ir al baño y vuelves con un brazo roto y magulladuras, ¿me explicas que estabas haciendo?– 

–¡Cinco minutos? ¡Sólo cinco minutos? ¡Me… me había ido sólo cinco minutos? ¡Pero la chica, la niebla, la casa y los cuerpos! ¿Había sido un sueño?– 

–¿De qué estás hablando hijo? No hay casas en la zona y ayer no hubo niebla en la montaña.– 

–Yo estaba seguro de haber visto la niebla y a la chica. Había tocado mi mano, me dio de comer y los cuerpos ¿Qué me estaba pasando?– 

Me dieron de alta en el hospital y nos fuimos a casa por fin. Por la noche la niebla se levantó, pero no me pareció raro, era normal en la zona. Puse el despertador, me acosté y cerré los ojos. La casa estaba en silencio. 

La imagen de la chica era clara en mi mente. Tomé una respiración profunda, cuando oí un susurro espeluznante. 

¡Dame tus ojos!– 
 

Zero

Alice era una niña joven de ojos verdes y cabello color caramelo. Era dulce e inteligente, pero muy tímida y nunca había tenido amigos, por eso a menudo creaba los suyos propios. 

Amigos imaginarios que nombraba con un número para diferenciarlos. 

Había uno en particular que destacaba. Su primera amiga imaginaria; Zero

Para Alice, la vida era triste hasta que Zero llegó, era su mejor amiga y siempre la protegía. 

Zero vestía un suéter negro y guantes y calcetines a rayas blancas y negras, y unas botas marrones. Alrededor de sus ojos tenía círculos negros. Alice pasaba todo el rato con ella. Sus padres al verla jugar y hablar sola, se preocuparon y pensaron en buscar ayuda. 

Un día de verano, Alice se sentó a tomar el sol en su jardín, el sol acariciaba su piel pálida y mientras se acomodaba en la hierba tuvo una extraña sensación. Algo en el fondo de su mente le impulsaba a cruzar hacia el otro lado de la calle

Se dirigió con los pies descalzos hacia la carretera. Al levantar la vista vio como un gran camión blanco venía hacia ella y se quedó paralizada, en estado de shock. 

Se produjo un chirrido estridente cuando el vehículo giró en otra dirección, esquivándola y cayendo colina abajo hasta incendiarse. 

Alice se quedó pálida mirando. Se fijó como salía alguien del vehículo arrastrándose desesperadamente y cubierto en sangre carmesí y al lado estaba su madre chillando mientras morían calcinados. 

¡Mamá… papá…!– Gritó llorando. Fue la última vez que los vio. 

Tras el accidente fue adoptada por su vecina, la señora Roger, era una adicta al alcohol. Alice la detestaba con todas sus fuerzas, pero no tenía a nadie más, ni familia ni amigos. 

A medida que iba creciendo fue olvidándose de sus amigos imaginarios. 

Un día en clase, Alice estaba ensimismada dibujando en su cuaderno cuando la profesora le llamó la atención… 

Alice, te sugiero que prestes atención en mis clases, no creo que necesites otro cero.– 

Se sintió confusa. Algo que acababa de decir la profe le molestaba pero no sabía el qué. 

Le dieron ganas de vomitar, así que pidió permiso para ir al baño y salió corriendo. Al llegar, se lavó la cara con agua fría y cuando levantó la vista para verse en el espejo, se echó hacia atrás asustada. 

Juraría que había visto a otra persona. Volvió a clase y vio como en su cuaderno estaban dibujados unos extraños círculos rojos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. 

Al salir de clase se encontró con su única amiga, que tenía el pelo rubio corto y los ojos marrones. 

–Hola Alice, bienvenida al país de las maravillas.– Dijo Ann; –hoy no estoy de humor Ann.– Contestó Zero –Vamos anímate, me tienes aquí para lo que sea.– 

Cuando llegó a casa subió a su cuarto procurando no hacer ruido. Al pasar por la sala de estar, contuvo la respiración. 

–¡Aquí estás maldita– Gritó la señora Roger agarrándola del brazo. Su aliento apestaba. Alice chilló. 

–¿Qué es esto eh?– Dijo empujándola hacia la cocina donde estaba todo lleno de latas de cerveza y cajas de comida precocinada. 

–Lo siento, no me dio tiempo de limpiar, llegaba tarde a la escuela.– 

–No necesito escusas, que no se repita o te arrepentirás, te lo juro.– 

 La arrojó al suelo y se golpeó la cabeza con las baldosas. 

Alice recogió todo conteniendo su tristeza, rabia y confusión. 

Al día siguiente tomó otro camino para ir a la escuela, para que nadie viera que caminaba por el bosque, lleno de nieve, con su sudadera negra cubriendo el moretón de su cara. 

Justo al llegar a la escuela, algo la hizo caer. Sintió como un grupo de chicos se reía de ella. Su sangre hervía de rabia cada vez más intensamente. 
Se levantó y empujó a un chico, lo tiró al suelo y empezó a golpear su rostro sin parar. 

Alice, detente– Oyó gritar. –¡Qué te pasa? Sólo queremos ayudarte.– Ella levantó la vista y vio la expresión de horror de todos, incluida la de su amiga. 

Miró sus nudillos ensangrentados y la cara destrozada del chico. 

–¿Qué he hecho? No era mi intensión– Pensó ella. Las lágrimas llenaron sus ojos, se puso de pie y huyó hacia el bosque. 

Al llegar a casa vendó sus heridas en el baño y observó su reflejo en el espejo. –¿Qué acabo de hacer? Yo no quería.– 

–Oh no, claro que no; fui yo, sólo deseaba protegerte.– Respondió una voz usando su propia boca. 

Alice se apartó, sorprendida. Era increíble, pero su reflejo acababa de hablar por ella. 

–¿Qui..quién eres tu?– Preguntó tartamudeando. –Soy tu mejor amiga, ¿recuerdas?– 

Su cabeza comenzó a dar vueltas, mientras caía al suelo sin puertas. La voz estaba dentro de su cabeza, repitiendo la misma frase una y otra vez. 

–Soy tu mejor amiga, tu única amiga; Zero– 

En las siguientes semanas las voces habían cesado. Pero; Alice empezó a convertirse en una persona distinta, cada vez más irritante y violenta. 

A menudo sufría ataques repentinos y se reía como una loca. Sentía como si su mente fuera de otra persona. 

Cuando la señora Roger se enteró de que la habían expulsado de la escuela, le echó la culpa y la encerró en su habitación. Ella sollozaba, cada vez se sentía más débil, hasta que una noche se desmayó. 

Cuando se despertó, estaba en el suelo, le dolía todo el cuerpo, no había rastro de la señora Roger. Aliviada salió de su cuarto y se fue a la sala de estar. Le llamó la atención una noticia que salía en la televisión, donde decían haber encontrado a una mujer decapitada. 

Decidió prepararse una sopa para cenar, hasta que le vino un olor putrefacto, un martillo cubierto de sangre estaba tirado en el suelo. 

Asustada volvió a su habitación, al entrar vio las paredes cubiertas de círculos dibujados con sangre y en su cama, estaba la cabeza sin vida de la señora Roger

Salió corriendo del cuarto horrorizada, pero tropezó y se cayó por las escaleras hasta llegar al suelo inconsciente. 

Se despertó de nuevo en una habitación llena de espejos que reflejaban su rostro pálido con los ojos cansados. 

–¿No estás contenta? Se ha ido, no te molestará nunca más.– 

Dijo la misma voz espeluznante, se dio la vuelta pero no había nadie más allí. 

–¿Qué eres? ¿Un demonio? Quiero respuestas.– 

–¿No te acuerdas de mi Alice? Soy tu mejor amiga, soy Zero. We are best friends forever. Tuve que encontrar una manera de protegerte, soy parte de tu consciencia, así que yo, soy tu.– Susurró la voz. 

–Eso no es posible.– 

–Tuve que matar a tus padres, querían separarnos, pero aún así me abandonaste, Ahora soy cada vez más fuerte.– Dijo la vos siniestra. 

Una rabia incontrolable se apoderó de Alice. Golpeó con sus puños los espejos. No sentía el dolor, no sentía absolutamente nada. 

–Te llevaste todo de mi, no tengo a nadie por tu culpa.– Rompió el último espejo y cerró los ojos cegada por un resplandor blanco. 

Al abrirlos de nuevo fue al baño para mirarse, tanto su piel, como su cabello estaban completamente blancos, unos círculos negros rodeaban sus ojos. Empezó a reírse a carcajadas. 

Alice, se había ido y Zero era libre. –Casi parezco un esqueleto, me faltan los dientes.– Dijo Zero

Agarró unas tijeras afiladas y recortó sus mejillas en una sonrisa de oreja a oreja. La sangre brotaba de las heridas, tomó una aguja y coció la carne, pero detestaba el color rojo, así que metió su dedo índice en lejía y lo dirigió a sus ojos. 

Cuando recuperó la visión, todos los colores se habían teñido de gris descolorido, negro oscuro y blanco cegador. 

Sonó el teléfono y Zero contestó imitando la voz de Alice. Era Ann, que la invitaba a su casa porque tenía un regalo para ella. 

Recogió su martillo y salió por la puerta impaciente, con una sonrisa de psicópata en el rostro. 

Cuando Ann le abrió la puerta se sobresaltó, ahora era un monstruo blanco. 

Asustada intentó correr, pero Zero enganchó su brazo y la lanzó contra el suelo. 

Alice, ¿qué estás haciendo?– Gritó Ann desconsolada. 

Alice, no va a volver, era un cero a la izquierda, ja ja ja ja– Soltó una carcajada. 

Levantó el pesado martillo y lo estampó contra su cabeza. 

Con un cuchillo desgarró la piel para extraer los huesos. Uno a uno, los fue depositando en el suelo junto al cadáver, formando un esqueleto, sólo le faltaba el cráneo, pero estaba hecho pedazos. 

Entonces; sumergió su mano en el charco de sangre y pintó un círculo donde debería de estar la cabeza. 

Al lado del cuerpo había una caja con una etiqueta que decía para Alice. Arrancó la tapa, tomó la bufanda a rayas blancas y negras de su interior y se la puso. 

–Vaya, gracias Ann, esto fue divertido, ahora que no estás, por fin seremos Zero.– Dijo la asesina, mientras salió por la puerta y se sumergía en la oscuridad del bosque.
Vaily Evans era una joven de quince años, responsable, estudiosa y agradable con los demás. Una chica llena de sueños por cumplir. Era muy guapa, tenía el pelo oscuro, largo y ondulado, y la piel blanca como la porcelana. 

Lo que más llamaba la atención de su aspecto eran sus ojos, tenía Heterocromía y sus ojos eran cada uno de un color distinto. 

Su ojo derecho era de un marrón muy oscuro, casi negro, mientras que el izquierdo era de un azul muy claro, casi como un diamante. 

Todo el mundo que la veía por primera vez, se quedaba maravillado. 

Como cada día Vaily se despertaba animada, se puso su uniforme escolar, desayunó y se dirigió hacia el instituto. 

Sus amigas estaban en la puerta esperándola. 

Vaily siempre estaba atenta en clase, le gustaba ayudar a sus compañeros y animar a la gente cuando los veía tristes, todo un encanto. 

Llegó la hora del recreo y Vaily se reunió con sus amigos, el chico nuevo llamó su atención. Siempre se sentaba sólo en un banco. 

Pensó que quizás era tímido y le costaba hacer amigos, así que decidió acercarse a él.

–Ahora vengo, voy a hablar con ese chico.– Dijo a su grupo de amigas. 

–¿El nuevo? Parece un poco raro, yo no me acercaría a él.– Dijo una de sus amigas. 

–Seguro que es un buen chico.– 

Vaily se acercó al banco donde estaba sentado el chico. –Holaaa.– Le dijo Vaily con una dulce voz. 

El chico sobresaltado la miró. –Ho… hola.– Dijo tímidamente. 

–Perdón que te salude así de repente, es que quería presentarme, me llamo Vaily ¿y tú eres…?– 

–Me… me llamo Da-David.– 

–Encantada David.– 
 
Ofreció su mano para estrechársela. –Encantado también Vaily– 

–Debe ser difícil empezar en un instituto nuevo sin conocer a nadie. Pero; seguro que pronto te adaptarás y harás un montón de amigos.– 

Sonó el timbre y los alumnos empezaron a irse a clase. 

–Bueno; se acabó el recreo, ha sido un placer David, ya hablaremos más otro día, si necesitas ayuda o algo, no dudes en avisarme, seguro que seremos buenos amigos.– 

Desde ese día Vaily siempre iba a saludar a David en los recreos y hablaba un rato con él. El chico no era muy hablador. 

Casi siempre era Vaily quien le contaba cosas y él se quedaba escuchando. 

Después de un largo día de clases Vaily se fue a dormir temprano. Tenía un sueño profundo y rara vez se despertaba en medio de la noche, pero esa noche se desveló con la sensación de que alguien la estaba observando. 

Miró el despertador y eran como las tres y media de la madrugada. 

Se levantó y fue hacia su ventana para mirar, pero no vio nada. 

–Habrá sido sólo un sueño.– Pensó, cerró las cortinas y volvió a su cama, quedando profundamente dormida. 

Al día siguiente Vaily fue a saludar a David al banco de siempre, donde solía sentarse, pero no estaba ahí. Era muy raro, qué podría haberle pasado. 

Después de salir de clases Vaily recibió una llamada, era David

Vaily, no me encuentro muy bien.– 

Su voz sonaba algo cansada. 

–¿Qué te ocurre?– Preguntó preocupada. 

–Nada, simplemente estoy algo enfermo, ¿podrías venir a verme y traerme las tareas?– 

–Claro que si, ¿a qué hora voy?– 

–¿Podrías venir esta noche?– 

–No me dejan ir a sitios por la noche, pero; lo que sea por un amigo.– 

–Perfecto– 

A las nueve, ella se preparó para ir a casa de David. Llevaba su jersey gris a rayas con una falda azul. De calzado unas zapatillas tipo converse de color gris y unos calcetines blancos. 

Agarró su mochila y salió para dirigirse a casa de David. Cuando llegó llamó a la puerta. David le abrió, se le veía cansado y se le notaban mucho las ojeras. 

–Oh pobre, tienes muy mala cara.– 

–La verdad es que si, estoy… estoy bastante enfermo.– 

Sonrió débilmente y le invitó a pasar. 

–¿No están tus padres?– Dijo mientras observaba a su alrededor. 

–No, ellos están todavía en el trabajo.– 

Se sentaron los dos en la cocina. David le ofreció un zumo, empezaron a charlar y como siempre Vaily era la que más hablaba y él se quedaba mirándola a los ojos. 

A veces ella se preguntaba si realmente la estaría escuchando o sólo pensando en sus cosas. Vaily miró la hora, eran ya las once. 

–Oh, pero qué tarde es. Mis padres me van a matar, tengo que irme.– 

Se levantó rápidamente, pero David agarró su brazo, deteniéndola. 

–No-no quiero que te vayas.– 

–Pe-pero David, no puedo quedarme, es muy tarde, lo siento, tengo que...– 

–He dicho que te quedes.– 

–Es-está bien.– Dijo ella con la voz temblorosa, volviéndose a sentar en la silla lentamente, aún sorprendida. 

–¿Qué te pasa? ¿Ya no me cuentas nada?– 

–No sé que contarte, quiero irme a casa.– 

–Pues, sabes que no suelo hablar mucho, pero; quiero decirte algo. Desde ese día que viniste a saludarme y vi tu rostro con esa sonrisa, con esos ojos, sobre todo tu ojo izquierdo; el azul claro, es mi favorito, no puedo de dejar de pensar en el, siempre tengo ganas de mirarlo. Ayer fui a tu casa para observarte, pero tu te despertaste y cerraste la maldita cortina y ya no podía verte y necesitaba ver ese ojo.– 

Vaily no sabía que decir, estaba muy asustada y empezó a llorar. De repente ella empezó a dormirse poco a poco. 

David, le había puesto somníferos en el zumo. Al cabo de un rato empezó a abrir los ojos lentamente. Veía borroso y notaba la presión de unas cuerdas que la mantenían atada a una silla y la cinta aislante de su boca que le impedía hablar. 

Tardó un rato hasta ver con claridad, ahora estaban en la habitación de David, que se encontraba sobre la cama. 

Tenía un brillante cuchillo entre sus manos. 

–Te haz despertado antes de tiempo, como te estaba diciendo antes, necesito ese ojo, quiero tenerlo.– 

David acarició la mejilla de Vaily, por la que caían lágrimas. 

–Oh vamos, no llores, ¿no éramos amigos? Hay que compartir.– 

Vaily empezó a llorar desesperada. 

–Veo que no te gusta la idea.– 

Dijo con una horrible sonrisa psicópata, mientras apuñalaba el ojo izquierdo de la joven que le gustaba. 

Vaily se retorció de dolor. La sangre empezó a brotar. 

David guardó el ojo con cariño. Desató a la chica y la dejó tirada desangrándose contra la pared. Ya tenía lo que quería. 

Me voy a dormir Vaily. Buenas noches, gracias por tu regalo. 

Apagó la luz y se fue a dormir, sin ningún remordimiento por lo que había hecho a una inocente joven. 

David se despertó sobre las tres y media de la madrugada, le pareció oír un susurro, miró a su alrededor. No había nada, sería su imaginación, así que intentó volver a dormirse. 

Escuchó de nuevo el susurro, volvió a mirar y vio una brillante lucecita azul en la oscuridad, justo donde estaba David

Encendió la luz y pudo ver a la joven. La cuenca oscura y vacía donde antes se encontraba el hermoso ojo azul brillaba. 

Vaily empezó a sonreírle lentamente de forma grotesca. Cada vez su sonrisa se agrandaba más y más, mostrando unos deformes colmillos apilados. 

David se quedó mirándola totalmente horrorizado y ella con su grotesca sonrisa. Con una voz fría y aterradora que le helaba la sangre de las venas dijo: 

Te veooooo…– 
 

Clockwork

Natalie Outlet era una niña dulce y tranquila, tenía los ojos color avellana, con reflejos verdes, su cabello largo de tono marrón oscuro contrastaba con su piel pálida. 

Le encantaba pintar, cuando se le acababan los folios, utilizaba la pared como lienzo. A sus padres no le hacía mucha gracia. 

A menudo discutían y la castigaban encerrándola en su cuarto. Además; su hermano mayor Lukas se metía con ella todo el rato y le hacía la vida imposible en casa. 

Natalie no tardó en empezar a sentirse sola y triste. 

A medida que fue creciendo se convirtió en una persona oscura y sus dibujos pasaron a tener un aire terrorífico y sangriento. 

Un día, en el instituto se quedó dormida mientras hacía un trabajo de Inglés. La profesora le llamó la atención, le exigió que le entregara lo que le había ordenado, pero encima del pupitre de Natalie sólo había dibujos de personajes siniestros y escenarios macabros. 

–Se le acabó el tiempo señorita Outlet.– 

Esa frase le llamó la atención, parecía que el tiempo siempre estaba en su contra y eso, le molestaba. 

Al salir de clases se encontró a Chris, su novio tenía el pelo rubio y los ojos castaños. Natalie se alegró al verle, pero él estaba muy serio. 

Cuando fue a darle un beso, Chris apartó la cara y dijo que quería romper con ella. 

–Es mejor que nos demos un tiempo.– 

–Otra vez el dichoso tiempo.– Pensó Natalie. –Pero, ¿por qué? ¿Qué ha pasado?– 

–Es tu forma de pensar, tus dibujos, siempre estás triste y nunca sonríes.– 

Natalie se quedó en shock. 

Chris le había roto el corazón y sentía que su vida iba de mal en peor. 

Cuando llegó a casa se fue al baño a llorar. En el estante vio el kit de costura de su madre. Rebuscó hasta encontrar una aguja e hilo y se miró al espejo. 

–Con que nunca sonrío eh.– 

Empezó a cocerse con un hilo negro las mejillas en forma de sonrisa. Sentía un dolor insoportable. Pero lo único que hacía era reírse histéricamente. 

Estaba en una especie de trance, la sangre goteaba hasta perderse por el desagüe. De pronto su madre entró en el lavabo y gritó escandalizada. 

Fueron al hospital y Natalie le explicó al doctor que su mayor problema era el tiempo, que pasaba lento y que controlaba la sociedad, torturándola hasta el final. 

Se sentía como una persona distinta. 

Pasó la noche en el hospital, se despertó por una pesadilla donde una voz no dejaba de repetirle que su tiempo se había agotado. 

Intentó moverse pero no podía. Estaba maniatada a la cama. Un grupo de hombres con máscaras extrañas estaban con ella en la habitación. 

Uno de ellos tenía en la mano un bisturí y le dijo que haría una pequeña cirugía para mantener su mente controlada. 

Sintió como le daban múltiples inyecciones de un líquido viscoso que ardía en el interior de su piel. Su corazón latía intensamente y parecía que su cabeza le iba a explotar. 

Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, todos habían desaparecido, tan sólo estaba el doctor inyectándole un sedante y pidiéndole que se tranquilizara. 

Ella se libró de las ataduras, golpeó al doctor y lo ató a la cama boca abajo. 

Sentía que algo en su interior estaba cambiando. Algo siniestro, como sus pinturas. 

Movió el mecanismo para doblar la cama por completo y partió su cuerpo a la mitad. El doctor no dejaba de gritar desconsoladamente, mientras sangraba por la boca. 

Ella pintó las paredes utilizando la sangre y se rio a carcajadas contemplando su arco. 

Natalie fue al baño y se miró en el espejo. Aún mantenía los puntos de sutura en el rostro, formando la sonrisa siniestra. Pero; ahora sus ojos eran completamente verdes, le encantaba su nuevo yo. 

Huyó del hospital y fue hasta su casa. Entró en la cocina y agarró dos cuchillos. Su madre apareció y al verla gritó horrorizada. Intentó huir por el pasillo, pero tropezó y se cayó al suelo. Natalie la apuñaló varias veces mientras susurraba: 

–Dulces sueños madre, tu tiempo se ha acabado.– 

Después fue en busca de su padre y de su hermano Lukas y los asesinó, torturándolos. 

Al terminar fue a su habitación. Todo estaba en silencio y escuchó el tictac de un reloj de bolsillo que había en su mesilla de noche. 

Permaneció escuchando el sonido durante lo que para ella fue una eternidad. 

Fue al baño y puso el reloj sobre uno de los ojos, perforando la piel y desgarrando el órgano hasta que el artefacto encajó a la perfección. 

Natalie ya no estaba, ahora era Clockwork

Quemó la casa con los cadáveres de su familia y se alejó de las llamas, sumergiéndose en la profundidad del bosque. 

Algunos dicen que sigue viva, decidida a hacer que tu tiempo termine y evitar así la agonía de la espera. 

La única forma de saber si está ahí observándote es dormir cerca de la ventana, en la oscuridad de la noche podrás diferenciar el escalofriante sonido de un tictac y verás el destello verde de su ojo y si ella está ahí, sabrás que tu tiempo se ha acabado. 
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